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PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

Veinte días de silencios

DEL 19 de diciembre al 7 de enero, la sociedad sevillana hiberna en sus mil y una formas de hacerse notar. Al estar ya acostumbrados a un permanente in crescendo de llamadas telefónicas, correos electrónicos, mensajes y recados, intentando dar respuesta al lógico deseo de hallar repercusión a sus hechos y decires, nosotros notamos con más intensidad el cambio de tercio. En lo que va del mediodía del viernes 18 a la tarde de ese día, cesó la comunicación y dio comienzo el periodo de silencio. Ni siquiera se espera al sorteo del Gordo el 22-D. Como si hubiera un toque de queda, se activa la paralización. Y eso que la Navidad sólo son tres festivos...

Después de la jornada de Reyes, comenzarán a desperezarse los móviles y los e-mails, resurgirá la interlocución desde las instituciones, las empresas, las asociaciones, la ciudadanía que va por libre. Veinte días, veinte, de parón. La tregua informativa es reflejo de que buena parte de la actividad, exceptuando los bancos y los comercios, está al ralentí tres semanas. Y si la mayoría de las comidas y cenas de amigos o de empresa se celebran entre el 9 y el 15 de diciembre, si los conciertos, galas benéficas y demás actos navideñas también se anticipan en exceso, si hasta las compras se adelantan cada vez más al gran puente, ¿qué diantres somete a 20 días de silencio a quienes gozan de la Navidad y a quienes no la soportan?

Quizá se impone la nostalgia de la vacación escolar cuando era un año sí y otro también, hasta que se cortaba de raíz porque toca ser adulto y asumir responsabilidades. En la agenda oculta de las navidades al ralentí algo hay de esa Arcadia de juegos e ilusiones, también feliz por indocumentada, deliciosamente lenta cuando no se vive a golpe de reloj. Desde los mandamases a los mandados procuran no hacerse notar, pasar desapercibidos. Todos desean que a la inercia navideña no la desperece nada, y, con tal de eso, prefieren que no se haga nada y que no pase nada de nada.

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