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José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Zona de confort

Sevilla se ha acostumbrado a vivir dándole vueltas siempre a las mismas cuestiones en una noria que parece eterna

En Sevilla caen cuatro gotas y se arman atascos monumentales, se inaugura un centro comercial y por nuestra inveterada afición a las novedades los accesos se colapsan de coches, el puente del Centenario es todos los días y a casi todas las horas un tapón que cuestiona mucho la utilidad de la SE-30 como ronda de circunvalación y además es así prácticamente desde que se construyó. Nada nuevo bajo el sol. Esto mismo se podría haber escrito hace una década y mucho nos tememos que se pueda volver a escribir cuando haya pasado otra. Porque ésa es una de las constantes de la ciudad en la que vivimos: somos capaces de darle vueltas una y otra vez a las mismas cuestiones en una noria que parece eterna y en la que nunca se avanza. Ponemos hoy el ejemplo del tráfico porque es el que ha atraído más atención local en las últimas semanas, pero podríamos hablar también de la botellona a la que nadie parece capaz de meter en cintura, la limpieza de las calles, la degradación del centro por un turismo masificado y mal enfocado o la seguridad en algunos barrios con problemas enquistados. Y eso por no hablar de las estadísticas de paro o las que, año tras año, señalan a las mismas zonas de la ciudad como las más degradadas socialmente de España.

Ahora llegan meses en los que estos y otros temas se los lanzará Beltrán Pérez a Juan Espadas a la cabeza buscando desesperadamente votos. Exactamente igual que hace cuatro años Juan Espadas se los tiró a la cabeza a Juan Ignacio Zoido, en cuyo equipo, por cierto, Beltrán Pérez era uno de los concejales de referencia. El problema es siempre el mismo y no es culpa sólo de Espadas, Zoido o Beltrán. El problema es que Sevilla se ha acostumbrado a vivir dándole vueltas siempre a las mismas cuestiones y en ese conformismo ha encontrado lo que los psicólogos llaman su zona de confort. Así, mientras en otras ciudades con las que competimos en España y en Europa se han visto en las dos últimas décadas transformaciones sustanciales, aquí ha pasado justamente lo contrario: hemos ido para atrás porque no hemos avanzado. Sí lo han hecho Málaga, Bilbao, Zaragoza o Valencia, que han sabido transformar y hacer atractivo su paisaje humano y urbano.

En Sevilla, aunque dicho así puede sonar muy duro, se vive en una resignación cómoda. Hasta el punto de que a nadie le extraña demasiado que uno de los grandes méritos del actual alcalde para repetir en el puesto sea que no ha cometido grandes dislates y ha sido una persona discreta. Es decir, a la ciudad parece que le gusta Juan Espadas no tanto por lo que haya hecho para mejorar Sevilla, sino porque no ha roto nada.

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