La ventana

Luis Carlos Peris

En el adiós a un artista generoso

ELEGANCIA y rigor, disciplina y cortesía, empaque y generosidad, veía la vida a través de su mujer y logró que fuera ésta quien no tuviese otra atalaya que sus ojos para ver el paso de los días. Federico Casado renunció al brillo propio para contribuir al engrandecimiento de una artista incomparable. Cuando Federico llega a la vida de Juana Reina, ésta era una figura grandiosa, pero la alargada sombra de él hizo que aquel árbol magnífico aflorara de hojas perpetuas para alargar una trayectoria que sin él hubiese sido imposible. Se ha ido Federico sin avisar y hasta como con prisas, quizá para ver esta Madrugada a la Macarena junto a su amada desde los balcones del cielo. Desde aquel infausto día de San José del 99, Caracolillo había dimitido definitivamente de su apodo artístico para volver a ser sólo Federico Casado, como aquel niño sevillano que nació en Cádiz y para el que la vida apenas tenía alguna razón de ser.

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