SI en el Ayuntamiento de Sevilla queda estos días de guardia alguien avispado, pondría en marcha para septiembre una convocatoria a las asociaciones que representan a las comunidades latinoamericanas, con el fin de invitarles a celebrar, junto al Puente de la Barqueta, la resurrección del mural cerámico Verbo América. El encargo que la Expo 92 le hizo al gran artista chileno Roberto Matta, Premio Príncipe de Asturias de las Artes, se materializó en una de las obras para los nuevos espacios públicos que la Muestra Universal legó a la ciudad. Y la heredera llamada Sevilla, desagradecida, ignorante e indolente, no hizo nada ni para proteger ni para poner en valor aquella creación, que fue pasto del vandalismo. Animo a la Gerencia de Urbanismo a completar su logro situando junto al mural un panel divulgativo con fundamento cultural, amén de colocar señalizaciones junto al Puente de la Barqueta y la glorieta de entrada a Isla Mágica para que los transeúntes sepan que a escasos metros hay algo digno de ser visto.

Esta feliz contraofensiva enorgullece a los sevillanos que viven su ciudad con espíritu internacional. Otra posible iniciativa, con vistas a 2012, vigésimo aniversario de la Expo 92, ha de ser restituir en su emplazamiento original la escultura La trampa de la memoria, de la italiana Federica Marangoni. Una obra regalada desde Venecia, compuesta por piezas de cristal y a cuyo alrededor se conforma una fuente. Se ubicó en el paseo peatonal de Torneo, teniendo en la otra orilla de frente el Pabellón del Futuro. En la inauguración, el alcalde de Venecia llegó a bordo de una gran góndola. Y qué mal futuro tuvo la escultura, destrozada como cristalitos machacaos por quienes no sabían lo que tenían delante. Emasesa la recompuso y la preserva en su Arboreto del Carambolo. Pero ese no es su sitio. Y fue un regalo a Sevilla. La Cámara de Comercio Italiana y el Consulado transalpino pueden jugar un papel decisivo para consumar esta reconquista.