La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los sevillanos 'pagafantas'
La aldaba
El alcalde es un valiente con estilo propio. Es como un Juan sin miedo, pero en versión Plaza Nueva. Le hemos visto decir una cosa y la contraria en varios asuntos: con el festival musical de la Plaza de España, con los aforos o la ley seca de la Madrugada, con los albergues que ahora son "centros de resiliencia" (Oseluí nos ha salido en este asunto berrendo en Sánchez) y con tantos otros temas. Incluso ha defendido la imposición de un numerus clausus. En este último caso, criterio se llama. En Canal Sur Radio le han preguntado por el exceso de procesiones y el gasto que supone cada salida. El alcalde ha respondido que "a lo mejor" se podría cobrar una suerte de tasa morada no ya para sufragar el cien por cien del gasto, cosa inasumible para la mayoría de las hermandades, sino para regular de alguna forma el exceso de cortejos que invaden las calles y que resultan tan gravosos para un Ayuntamiento al que se le van miles de euros en el abono de horas extras, tal como Fernando Pérez Ávila nos informa en este periódico. El andalucista Uruñuela le entregó la carrera oficial a las cofradías para que tuvieran indepedencia económica, el socialista Monteseirín las regó de miles y miles de euros por medio una Gerencia de Urbanismo que era rica hasta que llegó la crisis económica de 2008, y ahora el popular Sanz se abre al cobro de una tasa. Será por cosas así por las que los alcaldes del PP no repiten en el cargo. Mientras que los de otras ideologías lo que hicieron fue dar la caña de pescar a las cofradías o regalarles los pescados, el actual deja caer el ciriazo de la tasa. Vaya por delante que estamos de acuerdo con la teoría de la Sevilla de los excesos que describe el alcalde con tanto tino. Pero soltar la posibilidad de cobrarle a las cofradías sin que sea con un anuncio en firme y con un estudio previo es cuando menos arriesgado, aunque solo sea desde el punto de vista de la comunicación institucional. Sevilla es una gran caja de resonancia, no digamos en materia de cofradías y a dos meses de un congreso internacional. Tarda el Consejo en encargar un estudio sobre el impacto económico de las salidas fuera de temporada. Bastaría con aludir a la libertad de culto, aunque sea un derecho ejercido hasta el exceso. Ni fías ni porfías ni cuestión con cofradías. ¡Lo del albergue como centro de resiliencia parecía insuperable! Oseluí tendría que haber reaccionado como hacía Soledad Becerril en privado cuando le comentaban las demandas de las cofradías para tener más recursos o calles dedicadas a sus advocaciones. "¿Más? No paran, no paran... Qué horror, qué horror". Y mutis.
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