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juan / ojeda

L os artistas del chau-chau

TAL como están las cosas, quienes tienen la política como única, o principal, actividad se están enfrentando, o más bien soportando, a una actitud generalizada muy crítica con su gestión. Es normal, porque cuando la gente se encuentra en una situación tan difícil, con unos niveles de paro insostenibles y una angustia vital ante el futuro, lo que se pone es un velo negro sobre los ojos y es comprensible que cualquier caso insinuado, investigado, y no digamos probado, de corrupción o corruptela, produzca un inmediato rechazo y una dura condena, sin esperar a los resultados de unos largos procesos judiciales. Probablemente, son mayoría los españoles que piensan que hay muchos más políticos honestos que corruptos, y que esa mayoría ejerce una actividad pública que no busca compensaciones en ventajas privadas, y que incluso a muchos de ellos les produce un deterioro en su vida familiar y en su economía doméstica.

Pero en este diagnóstico de lo que se llama la clase política, cada día más alejada del afecto de la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles -tal como se refleja de forma contundente en todos los últimos sondeos sociológicos- no sólo influyen, aunque son determinantes, las continuas apariciones de casos de corrupción, sino también la sensación creciente de la falta de capacidad, de muchos de los que ocupan cargos públicos, para resolver problemas públicos. O sea, los que nos importan a todos. Porque la corrupción es una cosa y la falta de competencia y capacidad es otra. Es evidente que esta valoración de los resultados de la gestión política a nivel personal se hace mucho más evidente cuanto más cercana es la administración porque, para la mayoría de la gente es mucho más fácil conocer lo que hacen quienes ejercen su función desde ámbitos más próximos, como son las administraciones municipales, provinciales y autonómicas.

Pues bien, lo que mucha gente percibe -y percibe bien, porque una cosa es el análisis y otra el olfato- es que muchos de los que tienen responsabilidades de gestión, es decir, los que toman decisiones y manejan presupuestos, pertenecen a eso que, en la jerga política, conocemos como "los artistas del chau-chau". Es decir, gente que, con escasa o nula preparación técnica y profesional, en virtud de que se han pasado media vida criticando a los demás, ahora tienen responsabilidades directas de gestión, a las que llegan con CV ridículos, falsos o inexistentes. Lo malo es que hay demasiados artistas del chau-chau.

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