Después de escuchar algunos elogios a la figura del carnicero Ternera y, peor todavía, no encontrar sitio la sorpresa como reacción, nos reiteramos en la sensación de que esta deriva no conduce a nada bueno. Son demasiadas las cuerdas de este esperpéntico violín como para que dicho instrumento suene adecuadamente y lo cierto es que ya no sabe uno si fue tarde no haberse bajado de este vehículo en la parada anterior. Resulta incomprensible la manera en que se critica la detención de tamaño asesino y una falta de consideración inadmisible a cuantos vieron cómo la muerte ordenada por este criminal les pasaba muy cerca. Sólo viendo al padre de aquellas mellizas que cayeron en la masacre de Zaragoza pone los pelos como escarpias. Y son tantos los dolientes que no entra en cabeza humana cómo un político puede calificar de héroe a un asesino. En fin, que...
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