EL lehendakari vasco, Íñigo Urkullu, ha realizado, por fin, un ejercicio de autocrítica acerca de la postura que ha mantenido el Gobierno vasco, y con ello el propio PNV, sobre las víctimas del terrorismo. El fin de la violencia, ha destacado, no puede suponer "pasar página sin clarificación, reconocimientos, ni crítica explícita sobre lo sucedido", comprometiéndose a que la memoria y el dolor de las víctimas "no queden relegados por una mirada al futuro que olvide el pasado". Habría sido necesario que esta toma de postura se hubiese producido mucho antes, pues la tibieza del PNV ante la lacra del terrorismo en el País Vasco ha sido la causante de muchos de los problemas que todavía hoy aquejan a esta comunidad. Históricamente, el nacionalismo vasco que representa el PNV ha mantenido una actitud ambigua y a veces hasta comprensiva con el mundo abertzale, con el fenómeno de la violencia radical, en gran parte porque en ocasiones le ha sido rentable desde un punto de vista electoral. Coincide este cambio de criterio con un ascenso de las izquierdas en Euskadi, como se ha puesto de manifiesto en las últimas elecciones municipales, cuyos resultados van a conformar gobiernos en feudos tradicionales del PNV o del PP, es decir, de partidos de centroderecha. Es posible que en el Partido Nacionalista Vasco se estén acordando en estos momentos del oxígeno que en ocasiones le han prestado a Bildu, la formación heredera del batasunismo proetarra, que ahora ha encontrado en Podemos un nuevo aliado mucho más cercano a sus ideas políticas antisistema. En cualquier caso, sea por lo que sea y aunque debiera haberse producido antes, ha de ser bienvenida esta reacción del PNV, partido al frente del Gobierno vasco, respecto a las víctimas del terrorismo. Un Ejecutivo como el de Urkullu que no ha cesado en su defensa de la memoria histórica de las víctimas del franquismo no era coherente si no ejercía al mismo tiempo la de aquellas personas que durante décadas han perdido la vida o a seres queridos a manos de la bárbara intolerancia que representa -todavía hoy- la banda terrorista ETA. Bienvenida sea esa "nueva etapa" en materia de víctimas que anuncia el Gobierno vasco y esa autocrítica que ha de plasmarse en hechos y no sólo en buenas palabras hacia los miles de damnificados. "Que la memoria y el dolor de la víctimas no queden relegados por una mirada al futuro que olvide el pasado", ha afirmado Urkullu, en una declaración que ha de convertirse en el comienzo de un camino para la verdadera unidad de todos los vascos, que a su vez es la puerta hacia la del resto de los españoles. Una asignatura pendiente que lleva demasiados años esperando.

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