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Como boca de lobo

Los comercios del centro atraviesan uno de los peores momentos

Los comercios del centro de la ciudad atraviesan uno de los peores momentos de su historia. La falta de clientes puede convertir en una pesadilla los pagos mensuales, empezando por el alquiler de los locales.

La culpa la cargamos en estos momentos en la cuenta de la falta de turistas por la pandemia, que por ahora no están y bien que los echamos de menos. Como dice el refrán, escupimos al cielo deseando que se fueran los turistas y nos han caído encima las salivas en forma de problemas. Claro que, aunque se quieran adjudicar todos los males al turismo, hace mucho tiempo que los sevillanos en general no compramos en los comercios del centro. Si acaso en El Corte Inglés y poco más.

Al filo de los últimos años sesenta, por diversas causas acumuladas, inundaciones, terremotos, falta de salubridad y comodidades, etc., las familias que vivían en las casas del centro se trasladaron a Los Remedios y las que vivían en corrales,se trasladaron a las barriadas. Y el centro cambió para siempre.

Las familias de clase media alta sevillana dejaron de comprar en Macarro de la calle Francos aquellos suaves hilos y los brillantes y elegantes satenes con los que confeccionar la ropa de cama, las mantelerías y camisones de los ajuares de bodas, en las tiendas de los hermanos Hurtado las telas de los vestidos y en Meguerry las tapicerías y cortinas. La confitería La Española y sus vecinas La Colonial y Mantequería Leonesas cerraron hace muchos años por falta de clientes. Las compras para iniciar el curso escolar dejaron de hacerse en Eulogio de las Heras, en Segarra o Las Siete Puertas. Casas y corrales abandonados y derribos sistemáticos al inicio de los setenta. Si ahora piensan en pasar de noche con cautela por algunas calles céntricas, porque la falta de visitantes las hace inseguras, no les digo entonces, y con mucho menos alumbrado público. Como boca de lobo. Imaginen la oscuridad de la calle Francos al pasear por la noche. Hubo momentos en que daba igual si eran las tres de la madrugada, para que te dieran un susto, o las tres de la tarde para que vieras con estupor e impotencia como daban un tirón a una pareja de turistas de mediana edad. Muy pocos, algunos arquitectos entre ellos, creíamos que la rehabilitación de las casas del centro era posible. Y predicamos con el ejemplo, inventariando, catalogando y defendiendo que no se derribaran enteros San Bernardo o la Alameda. Y además compramos pequeñas casas para vivienda propia que rehabilitamos con esfuerzo, aprendiendo con la práctica y mostrando el camino. Después hemos visto que se repetía el caso en Los Remedios, con el éxodo a las urbanizaciones del Aljarafe de los hijos de las familias que poblaron el barrio. Un barrio lleno de pensionistas y estudiantes que sólo empieza a vislumbrar una pequeña recuperación, que le deseo también al comercio del centro, de la mano de las nuevas generaciones y de los turistas que volverán. Como dicen los italianos para desear buena suerte, boca di lupo.

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