Por montera

mariló / montero

Yo no soy bruja

ME llamo Georgette, tengo doce años y vivo en una ciudad africana llamada Kara y que está ubicada en Togo. Los misioneros salesianos son los que me han salvado la vida, pues mi padre me repudió al acusarme de tener poderes, que ante sus ojos, me veían como a una bruja. Una bruja en Togo es un ser indeterminado para los vivos pero determinado por algún ser vivo. Sobre todo por los charlatanes que son los que deciden si tu presencia en la aldea o en tu propia casa les va a traer desgracias, hambre, pobreza o enfermedades. Claro que yo sólo lo que hice fue nacer, pero un día mi padre vino directo a mí para preguntarme si yo era bruja. Le dije la verdad, que no, pero no me creyó. Así que mi madrastra vino de frente a por mí para preguntarme lo mismo. Me volvió a formular la misma pregunta de si yo era bruja, si hacía brujerías para traerles el mal a su casa, pero tampoco me creyó. Para comprobar si yo mentía, mi madrastra hirvió agua en uno de los cubos de latón que tenemos en la choza y con las llamas bajo el mismo me volvió a decir si yo era bruja.

Aquello no terminaba nunca hasta que ella me propuso llevar a cabo una prueba, al parecer, irrefutable: si te tiro agua hirviendo encima y sales indemne es que eres bruja, si te abrasas y padeces como un ser humano normal es que dices la verdad. Mi madrastra arrojó el cubo de agua hirviendo sobre mis manos. Hoy en vez de diez dedos tengo cinco porque me los tuvieron que amputar debido a las terribles y dolorosas heridas que me provocó. Aun así no estaban muy convencidos de que yo fuera una niña normal. Tuve la suerte de que uno de los misioneros salesianos que tienen un hogar de recogida en Togo conociera mi caso, por lo que vinieron a rescatarme y acogerme en su centro. Hoy estoy estudiando y de mayor quiero ser contable. En clase hay otros muchos niños y niñas como yo. Como yo, quiero decir, acusados de ser brujos y brujas. Unos porque son muy listos, otros porque son más los más callados de la aldea. Otros porque nacieron con un enfermedad o con la cabeza más grande de lo normal. Todos aquellos niños que nacemos con una leve diferencia somos tildados de brujos y acusados de traer malos presagios a nuestra aldea.

Lo curioso de todo esto es que a mí no me tiraron al río para que me ahogara al nacer, no. Me han mantenido viva para torturarme. Afortunadamente, los salesianos me han salvado la vida. Después de todo tengo necesidad de volver a ver a mi padre, a mi madrastra; sí la que me quemó y destrozó mis manos. Y es que aquí aun siendo repudiados por nuestra familia necesitamos vernos, estar juntos. Los misioneros salesianos prefieren que termine mis estudios para volver a casa y que si regreso con la carrera terminada me mirarán con ojos llenos de dinero y entonces me respetarán. Soy Georgette, una embrujada realidad.

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