¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El buquinista del Prado

El día que no está, uno siente incompleta la mañana, como cuando no hay café en la despensa

EL buquinista del Prado de San Sebastián cree que el estilo literario de Pérez-Reverte está inspirado –él lo dijo con palabras más duras– en Ramón J. Sender. Me lo hace saber mientras le compro por dos euros En la vida de Ignacio Morel, novela con la que el escritor exiliado ganó el Premio Planeta en 1969. Yo me limito a asentir, porque no tengo criterio al respecto. Le llamo buquinista por dármelas de afrancesado, pero en realidad es una especie de mantero del libro, un lumpenlibrero que llega todos los días con un carrito de la compra lleno de tomos de todas las épocas y monta su tenderete junto a los negros que venden cinturones y caretas tribales.

En la conversación, el buquinista se me destapa como un gran admirador de Sender, un escritor que hoy no lee casi nadie, pero que en su día fue una auténtica máquina de producir best-sellers. Me habla de La tesis de Nancy y de un libro cuyo título he olvidado, pero que trata de Billy el Niño. “Él no fue un pistolero, sino un cuatrero”, dice. “Y nunca mató a nadie de frente. Sólo a un hombre y por la espalda. A su compañero, el mismo que le había salvado la vida”. Yo le hablo de Crónica del alba, una de esas hermosas novelas que se leen en la juventud y dejan buen sabor de boca. También de sus crónicas sobre los sucesos de Casas Viejas, recogidas en el volumen Viaje a la aldea del crimen, cuando Sender era un periodista anarquista y todavía no le acusaban de ser agente de la CIA.

El buquinista del Prado es una caja de sorpresas. Una vez no tenía cambio y me dejó a deber cinco euros. Hicimos un pacto entre caballeros: yo me iría gastando ese dinero en libros, pero sin ningún documento que acreditase la deuda. Me dijo: “Cuando te acerques dime que eres el mentiroso, que es como le llaman los tahúres al número cinco”. Cuando la deuda bajó a cuatro euros me puso el apodo de el anticuario. Según él, este gremio no se gasta un céntimo si no tiene la certeza de que le va reportar cuatro de beneficio. Se ve que el buquinista del Prado ha vivido lo suyo.

Cuando paso por el Prado siempre paro en el buquinista. Me gusta ver las portadas de las viejas colecciones de Bruguera, Plaza & Janés, Planeta, El Reno... comprar alguna curiosidad polvorienta por un euro y mantener una breve charla. Nunca demasiado larga, porque no es hombre de muchas palabras. A veces me da carrete, otras no. Los días que no está, vaya a saber usted por qué, uno siente incompleta la mañana, como cuando no hay café en la despensa.

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