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josé / aguilar

Lo que busca Artur Mas

COMO el algodón, Artur Mas no engaña. Aunque su partido siga retrocediendo y ni siquiera unido a ERC supere los resultados de 2012, seguirá adelante con el proceso secesionista. Aunque las dos candidaturas independentistas sumen menos votos que las cuatro candidaturas contrarias a la independencia, él ya ha transformado las elecciones de plebiscitarias en autonómicas, de modo que le vale con sacar un diputado más que el otro bloque para proclamar y organizar la separación de Cataluña de España. Aunque el segmento de población más nutrido sea el de los (catalanes) que opinan que Cataluña está peor que hace tres años y que la actuación de Mas en la Generalitat ha sido mala o muy mala y el de los que se sienten, sin traumas, tan catalanes como españoles, al Astuto delirante no le asalta ninguna duda sobre su destino al timón de un viaje épico que acabará en tragicómico. Aunque los líderes europeos le adviertan días tras día sobre el futuro inmediato de la Cataluña independiente -fuera del euro, a la cola para entrar en la UE, con su deuda calificada como basura- y los empresarios catalanes estén abandonando, a la vista de las orejas lupinas, sus habituales cobardía y comodidad, él insiste: no se atreverán a prescindir de nosotros, replica a Europa; yo tengo otras cuentas, rebate al dinero preocupado por la incertidumbre.

¿Por qué tanto desafío al principio de realidad y tanta guerra a la evidencia? No puede ser un asunto puramente personal, fruto de la ambición incontrolada o la megalomanía que ataca a las personas mediocres aupadas por las circunstancias a sorprendentes posiciones de poder, que también. Yo lo veo, a Mas, como el ejecutor, y a la vez beneficiario, de un programa de adaptación a la nueva realidad de la sociedad catalana y española de la élite política que mangoneó durante treinta años el autogobierno conquistado por el nacionalismo burgués. Con el señuelo de la independencia, tan primorosamente cultivado en la escuela y la comunicación, Artur Mas trata de esconder -él mismo se oculta en la lista separatista, caso insólito en la democracia- la naturaleza corrupta del régimen pujolista que ha heredado y busca, si tuviera éxito, autoamnistiarse y crear un marco institucional favorable a su continuidad y garante perenne de la impunidad.

La paradoja es que necesita imperiosamente que le regalen sus votos los diputados de la ultraizquierda antieuropea (CUP). Sin ellos no hay mayoría.

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