La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Los 23 caídos de la calle Cuna

Ahora es la calle del silencio, con minúscula. El corazón de la ciudad late más lento cada vez que una persiana se echa

Un local de la calle Cuna en alquiler.

Un local de la calle Cuna en alquiler.

Hay calles en las que se ha hecho el silencio en esta pandemia, al igual que las hay donde siempre hace frío (Don Remondo desde el 30 de enero 1998), hace un ambiente inhóspito de calle trasera (José de Velilla, Salado), tienen un ambiente de funeraria (Amor de Dios), venden zapatos por doquier (Córdoba), huelen a calentitos (Lineros)... Si Cuna para muchos era la calle del Silencio con mayúsculas, ahora lo es del silencio con minúscula. Comiencen a recorrerla por el Salvador, donde hay una tienda de desavío que a base de poner veladores altos ha suprimido la horrorosa manía de los varones de orinar en el callejón de Oropesa. Porque ellas lo hacen en Acetres, que debe su nombre a que era la tercera calle a la derecha según salían los clérigos de la antigua colegial del Salvador. "La que hace tres". Empiezan ustedes ese recorrido y pueden contar a derecha e izquierda hasta 23 negocios cerrados cuando llegan al Baco del número 2, que por fortuna está abierto con toda su elegancia y exquisitez. El rosario de caídos es tremendo. Donde vendían trajes de novia, local cerrado. Donde se encontraba ropa para los niños, se alquila. Donde se exhibían trajes de diseño para bodas, bautizos y comuniones, local disponible. Donde se servía comida para vegetarianos, persiana echada. No han sobrevivido ni el negocio de bollería, ni el de venta de recuerdos. Todos muertos. Son los otros caídos de la pandemia. Claro que hay muchas calles así. Y, por supuesto, en otras muchas ciudades. En Cuna se ve con claridad que caen negocios de muy diversas características. Sobreviven al menos la zapatería Los Columpios, con los mismos columpios de los años 60; la juguetería y la tienda de los productos navideños de La Colchona. La mitad de Cuna ha mudado de piel en el pavimento, con granito en vez de adoquines, y también en un comercio que se ha quedado sin vida. Cuna está apagada. Como si viniera la Santa Cruz al fondo de regreso a San Antonio Abad y sólo se oyeran las toses de un público selecto. Pero no viene ninguna cruz. Cuna porta su propia cruz, como la carga todo el comercio sevillano del centro, hiperdependiente del turismo. La calle se mantiene con la respiración asistida de muy pocos negocios. En silencio, muy en silencio hasta en horas punta, como ocurre con la calle San Eloy, donde es más fácil contar los negocios abiertos que los locales sin vida. El comercio siempre sufre las primeras bajas en todas las crisis, infantería de la vida cotidiana. Caen las tiendas, nos dejan un cartel de se alquila y un silencio de nostalgia. De esta crisis no salimos todos. Porque ya hay demasiados muertos. Con esquelas... y con las persianas echadas.

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