Una calle para Ismael Yebra

Cercanas clausuras que tanto amó, vuelo y canto de campanas y aire fino de su Alfalfa tendrá allí

Plaza de la Alfalfa de Sevilla.
Plaza de la Alfalfa de Sevilla. / D. S.

27 de diciembre 2021 - 01:46

Pido desde aquí algo que de seguro muchos habrán pensado ya e incluso propuesto: una calle para el doctor Ismael Yebra. Su memoria perdurará en su familia, en cuantos lo hemos tratado y en sus libros y artículos. Pero nuestra memoria durará tanto como nosotros duremos. La de su familia perdurará como el orgullo de ser descendientes de un gran médico sevillano, pero en la intimidad. Es pues de justicia que su memoria perdure en el callejero de la ciudad a salvo de la esquelética mano valdeslealsiana que irá apagando nuestras llamitas, y con ellas su recuerdo, y más allá del que, generación tras generación, guardarán con íntimo orgullo los suyos. Es de justicia que, perdurando en el callejero, su memoria sea entregada a la ciudad toda que él tanto amó. Y el lugar está claro: ese trocito de Sevilla, tan suyo, que va de Águilas a Candilejo. En esa estrechez de Cabeza del Rey don Pedro tenía su consulta, a dos pasos su domicilio y a tres su tan querida Alfalfa.

Pónganse en cabeza las dos academias a las que perteneció, y con ellas cuantos fueron sus pacientes y amigos, y rotúlese DOCTOR ISMAEL YEBRA ese trocito de Cabeza del Rey Don Pedro. Quienes sobrevivimos a las grandes personas que hicieron más habitable, por más humana y compasiva, la vida diaria de tantos sevillanos en la adversidad de la enfermedad y el gozo de la amistad tenemos la obligación de perpetuar sus nombres. Y la ciudad tiene la deuda de reconocer a sus mejores hijos. Desde Antonio de Seras o Eduardo Fedriani a José Pérez Bernal, pasando por Juan Delgado Roig o Antonio Cortés, Sevilla ha reconocido la contribución de grandes médicos fundiendo sus nombres con la ciudad.

En el caso del doctor Yebra a la práctica ejemplarmente eficaz y humanizadora de la medicina se une la vertiente humanística de quien convirtió su amor por la ciudad en libros y artículos que divulgaron el profundo conocimiento de ella tenía. Por bien nacida, Sevilla tiene la obligación de ser agradecida dedicándole una calle que convierta su nombre y su recuerdo en lo con tanta emoción escribió Romero Murube: "Sevilla, cuando yo muera / no quiero ser tierra tuya. / Aire fino de tus barrios. / Soledad de tus clausuras. / Vuelo y canto de campanas que suben a Dios su música". Cercanas clausuras que tanto amó, vuelo y canto de campanas de San Isidoro, los Filipenses y San Nicolás, y aire fino de su Alfalfa tendrá allí.

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