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El catolicismo contamina

EL catolicismo es una impronta que parece contaminar incluso la propia esencia de ser español". Lo ha dicho César Luena, una de las estrellas de la era Sánchez, en su ponencia Concordato y acuerdos España-Vaticano: Historia de España, pronunciada en las jornadas sobre "Estado, política y religión", dirigidas por Rafael Simancas y organizadas por la Fundación Pablo Iglesias dentro de los cursos de verano de la Complutense.

El señor Luena es doctor en Historia por la Universidad de la Rioja, aunque lo mismo podía haberle tocado este título en vez del perrito piloto. Que veinte siglos de historia del catolicismo español, insertado en otros tantos de historia del cristianismo en Occidente, se consideren una impronta que contamina la esencia de ser español es lo propio de quien ha obtenido el título de doctor en Historia en una tómbola. O de un fanático que haya estudiado en una universidad perversamente sometida a prejuicios ideológicos.

Contaminar tiene cinco acepciones, de las cuales cuatro son negativas: alterar nocivamente la pureza o las condiciones normales de una cosa, contagiar o infectar a alguien, pervertir o corromper las costumbres y profanar o quebrantar la ley de Dios. De lo que se sigue que, según el secretario de Organización y Acción Electoral del PSOE, el catolicismo ha alterado nocivamente, contagiado, infectado, pervertido, corrompido y/o profanado una supuesta esencia española. Y hago una interpretación literal, no abusiva. Es un lenguaje totalitario en la medida en que señala una creencia y un grupo como elementos contaminantes que afectan negativamente a una colectividad.

Tal vez víctima de la contaminación que denuncia, el señor Luena es anacrónicamente españolísimo al revivir las obsesiones inquisitoriales por denunciar a quienes contaminaban la pureza de la sangre y de la fe; o las más recientes obsesiones franquistas por liberar a España, reserva espiritual de Occidente, de las contaminaciones liberales, marxistas y judeo-masónicas.

La democracia, el aumento del nivel cultural medio y la integración en Europa parecieron acabar con esta tan hispánica obsesión por las contaminaciones del ser español. El PSOE, en las cuatro legislaturas de González, fue el más activo agente de este proceso de desmitificación y normalización. Pero es evidente que se trataba de otro PSOE, muy distinto de este otro de tan preocupante bajo nivel político, intelectual y ético.

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