Manuel J. Lombardo

Crítico de cine

El cine (malo) va por barrios

Sólo vemos pereza y oportunismo, programaciones indigentes o más que mejorables

Se ha presentado esta semana la programación de los cines de verano de la Diputación y el Ayuntamiento de Sevilla. Ahí donde muchos celebrarán la iniciativa por el apoyo al sector de la exhibición en sus horas más bajas o por la recuperación de una vieja tradición local de cine al aire libre para amenizar las tórridas noches con un poco de cultura popular, entretenimiento y selecto ambigú, otros sólo vemos pereza y oportunismo, programaciones indigentes o más que mejorables, corrección política, complacencia con las grandes empresas del sector cuando no directamente altas dosis de populismo repartido por barrios donde la cultura, no digamos ya la de calidad, llega con cuentagotas.

Es el caso concreto de la programación ideada (¿?) por el Ayuntamiento para los distritos Norte, Sur, Este-Alcosa-Torreblanca, Bellavista-La Palmera o Cerro-Amate, conformada por una serie de títulos de indudable sesgo comercial, familiar e infantil que, salvo honrosas excepciones, pareciera una voluntaria operación-rescate de lo peorcito del año en versión nacional, animada, canina o de superhéroes. Por lo visto, a los vecinos de Valdezorras, Pino Montano, San Jerónimo o Las Letanías hay que acercarles a sus plazas, centros deportivos y jardines la misma basurilla que ya ven en cines y plataformas. Gratis, eso sí. La mediocridad va por barrios.

El caso del cine de verano de Diputación es diferente, aunque no tanto. Son ya 25 ediciones del ciclo, tras el que se deja ver una mano algo más experta o conocedora de la oferta a la hora de programar, con presencia alterna de estrenos de circuito light de versión original, cine español, de autor, de mujeres, de temática LGTBI, con premios o alguna recuperación de clásicos marcada por la coyuntura de la distribución, tal es el caso de El chico, de Chaplin, que regresaba el año pasado en una copia restaurada para celebrar su centenario.

El problema es que, a pesar de sus innegables esfuerzos, el de la Diputación no deja ser en el mejor de los casos un cine de reestrenos o repescas de temporada, un cine que ni siquiera ha rebuscado en los catálogos de las distribuidoras más interesantes a la hora de diseñar una programación novedosa que no deja ser la misma, en diferido, de unos cines Avenida o unos Nervión un fin de semana cualquiera; y todo ello pagando los precios de mercado de cualquier sala a la hora de alquilar las copias.

Se me dirá que eso fue siempre el cine de verano, un espectáculo de vocación popular en el que la calidad de las películas era secundaria y donde lo importante era el acto colectivo, la pantalla a cielo abierto y toda esa mitología nostálgica sacada de Cinema Paradiso. Podríamos estar de acuerdo si no fuera porque la modalidad culta-descafeinada y el descarado populismo de la apuesta municipal se pagan con los impuestos de todos y no tienen mucho que ver con la cultura, ni siquiera con su maravillosa y revitalizada serie B, por más que sus presupuestos salgan de esa partida.

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