Fragmentos

Juan Ruesga Navarro

La ciudad escenario

EL pasado día del Corpus y su víspera, son ocasiones en que se manifiesta en Sevilla la ciudad escenario. La visita a los escaparates y altares es una variante del espectáculo medieval de carácter religioso que hacía que el espectador circulara de uno a otro lugar, donde se representaban pasajes bíblicos o de vida de santos. La procesión de la mañana del Corpus es una comitiva dentro de la más pura tradición romana y renacentista, en la que la ciudad se muestra a sí misma, desfilando las dignidades civiles y religiosas ante todos los habitantes. En el caso de Sevilla, el gran momento de esplendor de la comitiva se alcanza en la época en la que los gremios y hermandades de artesanos pugnaban por presentar cada año la carroza mejor construida y adornada. El gran éxito popular hizo que la ciudad especializara su arquitectura en el recorrido, abundando los balcones corridos y numerosas ventanas desde donde poder ver las comitivas y celebraciones, incluidos los autos de fe en la Plaza de San Francisco.

Parte de todo aquello queda en lo más profundo de los sevillanos, aunque tanto los escaparates y altares como la procesión hayan conocido tiempos mejores. Uno de los elementos que mejor nos muestran la ciudad como escenario, son los entoldados de la Plaza del Salvador y de la Plaza de San Francisco. Aún hoy, por su tamaño y escala nos hablan de esplendor. Su permanencia durante semanas y meses, hacen que las citadas plazas sean lugar amable para el peatón en los próximos calores y en el caso de la Plaza del Salvador, auténtica ágora de nuestros días.

La visión y creatividad de un grupo de sevillanos, nos proporcionó en el siglo pasado un ejemplo de escenario de ciudad al nivel de los mejores ejemplos que se puedan citar: la Plaza de España diseñada por Aníbal González. Concebida inicialmente como gran plaza con tres pabellones, de protocolo, industria y agricultura y un espacio central de celebraciones, en el que destacan una hermosa ría, pasó a ser, en uno de esos gestos creativos únicos que recoge la historia de la arquitectura, un edificio y una plaza, entendidos de manera indisoluble. Un gran hemiciclo que albergaba el espacio central para celebraciones y la ría para disfrute de los visitantes, con las pequeñas barcas de remo. Precisamente fue la ría, construida al principio de los diez años largos que duraron las obras, el elemento que pone en marcha el enamoramiento de los sevillanos con el edificio. ¡Cuantas mañanas de domingo de todos esos años, familias y parejas de sevillanos se acercaron a pasear en las barcas y ver la marcha de las obras!

Unas obras que a medida que avanzaban, a la vez asombraban y encantaban, por su escala impresionante y por la belleza y delicadeza de sus detalles constructivos. Esta relación amorosa con la Plaza de España de los sevillanos se ha mantenido y aumentado si cabe con el paso de los años. Cada uno de nosotros tiene en su mente aquellos momentos de su vida que han tenido como escenario privilegiado la Plaza de España. Y así será por mucho tiempo, basta ir cualquier día a visitarla, para comprobarlo.

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