Alto y claro

José Antonio Carrizosa

... y compañeros de partido

HACE ya muchos años, en pleno fragor de la guerra interna que terminaría costándole la presidencia de la Junta y el ostracismo en el partido, el entonces presidente de la Junta José Rodríguez de la Borbolla popularizó entre los políticos andaluces una frase atribuida a Giulio Andreotti que reflejaba de forma contundente el calvario por el que estaba pasando: "En la vida hay amigos íntimos, amigos, conocidos, adversarios, enemigos, enemigos mortales y... compañeros del partido". La frase no ha perdido vigencia, ni mucho menos, durante el largo periodo transcurrido desde que Borbolla tuvo que dejar el sillón a Chaves. Encaja como un guante con la actual situación de interinidad por la que atraviesa el Ayuntamiento de Sevilla y, también, con algunos episodios del reciente cambio del Gobierno andaluz.

La situación penosa del Ayuntamiento tiene causas múltiples y la responsabilidad final está en cómo ha gobernado y se ha gobernado Alfredo Sánchez Monteseirín. Pero la batalla interna del socialismo sevillano es el telón de fondo sobre el que se ha escrito el drama que amenaza -ahí está la encuesta para corroborarlo- con poner fin a doce años de ininterrumpido poder socialista en la Plaza Nueva. Hasta tal punto ha marcado el conflicto el devenir de los acontecimientos que va a ser el bloqueo a la pretensión de Monteseirín de colocar en la Alcaldía a un hombre de su confianza lo que va a determinar la operación que va a concluir con Juan Espadas como candidato y con Rosamar Prieto como alcaldesa accidental. En términos políticos, lo que ha pasado es entendible. Ha habido una lucha por el poder y en la cultura del PSOE los desafíos a los aparatos del partido se pagan con largueza cuando se pierden. Lo que no es tan lógico es que se confundan los términos y se arriesgue de esta forma la única capital andaluza que conserva el socialismo. Empezábamos con Andredotti y podemos terminar con una anécdota de Churchill. Un joven diputado debutaba en los Comunes y le dijo a Sir Winston, señalando a los bancos de los laboristas: "Qué alegría, estar aquí a su lado, con el enemigo frente...". "No se confunda, joven -replicó Churchill-, los que tiene usted enfrente son los laboristas, que son sus adversarios. Los enemigos los tiene usted aquí detrás, en su propio partido".

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