Eduardo Florido

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La conciliación, hasta en las solerías

El adoquín de Gerena es un humilde reflejo de la polícroma Sevilla y reciclarlo es economizar Análisis a fondo: pavimentos, cultura y espacio urbano Mateos Gago, una oportunidad para Sevilla La peatonalización en Mateos Gago

Acababa de recuperar el resuello tras subir las 34 rampas de la Giralda y se vio impelida a expresar su impresión. "¿Alguien me puede explicar tanta belleza?", le habló al móvil, el nuevo confesionario donde cada uno deja el yo estuve allí en el actual contexto de aislamiento y desarraigo. Miraba, con su hijo al lado, por la cara este del rotundo campanario, hacia el lado de la ciudad menos obvio, más críptico en su laberinto de callejas, en el que sólo los muy iniciados distinguen los símbolos escondidos. Hacia el norte aparece el centro histórico: el Ayuntamiento, el Salvador...; hacia el oeste, la Maestranza, la Torre del Oro asomando su cupulín, la loma del Aljarafe; hacia el sur los grandes parques y el río. En el giro panorámico se percibe la tierra amarilla de la obra de Mateos Gago. Y uno empieza a mirar a los suelos.

Juan Ruesga Navarro y Javier Queraltó ya dejaron en estas páginas sus propuestas para que no se cometa con la histórica vía la misma tropelía que, consistorio tras consistorio, se ha ido cometiendo con la solería urbana. El paseo marítimo de la calle Baños -la vocación marina de la ciudad no va por ahí- redunda en otros yerros groseros, como el de la Alameda, donde lo necesario se impuso sin decoro.

Bajando las rampas, uno recuerda lo imprescindible que es la conciliación, en estos tiempos más aún, y en el más amplio sentido. Y también reflexiona sobre la necesidad de reciclar en este tiempo de crisis y arcas vacías. Y se pregunta qué será de los adoquines de Gerena de Mateos Gago, o adónde fueron a parar los de las calles a las que el cómodo adoquín de Quintana impuso la dictadura gris de lo funcional.

No es tan difícil conciliar la estética polícroma de Sevilla -sobre la cal del caserío, albero, ocre, almagra, azules vidriados en tejados y chapiteles- y su humilde reflejo en el resistente y multicolor adoquín de Gerena con la comodidad del peatón, la accesibilidad de carritos, la restauración del piso irregular del inestable asfalto, para evitar accidentes y caídas de los viandantes.

En el entorno de la Catedral hay ejemplos de esa conciliación: la losa de Tarifa de las gradas junto a la fallida pizarra del acerado que las rodea, la losa de granito junto al Arzobispado y, en la calzada, en el centro, el adoquín de Gerena. Y también hay un histórico ejemplo en su interior, en la impresionante Sala Capitular que levantaron Hernán Ruiz y Asensio de Maeda en el siglo XVI, "el primero de traza elíptica del Renacimiento español y quizá del europeo", reza en la carátula explicativa, en posible hipérbole catedralicia. El tondo central inspirado en el diseño de Miguel Ángel para la Piazza del Campidoglio de Roma es de mármol polícromo y se concilia con la azulejería sevillana, y renacentista, que hace de orla bajo la tribuna oval donde han de sentarse los canónigos de la Catedral.

Conciliemos funcionalidad y estética, para que alguien pueda decirle a su móvil quién me puede explicar tanta belleza cuando mire hacia el suelo de la ciudad por puro deleite, no por miedo a tropezar.

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