La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Más cornadas da el hambre

Desgraciadamente sé que nuestra reconstrucción pasa por el retorno al modelo fallido del turismo masivo

En el artículo Por qué no hay que rescatar el turismo, y sí reconstruirlo, publicado el pasado 30 de abril en este periódico, Juan Antonio Pavón Losada llamaba "drogodependencia del turismo" al aferrarse casi solo o sobre todo a él para la supervivencia económica que lo ha convertido "en un factor transversal en nuestra forma de entender las ciudades, los alquileres, los precios del ocio, los negocios e incluso define de hace tiempo la propia imagen de los territorios y quienes lo habitan". Proponía aprovechar esta tragedia como "una segunda oportunidad de enmendar nuestras políticas económicas" y, entre otras medidas, vincular las ayudas a la sostenibilidad, regular y proteger el acceso a las viviendas y los alquileres, restringir el uso de viviendas residenciales al alquiler turístico, proteger los barrios ya muy castigados por el turismo de masas, limitar la construcción de hoteles por la ausencia de turistas en los próximos 10-12 meses, evitar el modelo de explotación del extranjero de tapa y sangría, de chanclas y calcetines, y redireccionar el turismo hacia el de proximidad, único disponible de aquí a un año. Concluyendo: "No se pueden tener unas ciudades prósperas, sostenibles, modernas y resilientes si volvemos al modelo anterior".

Estoy en gran parte de acuerdo con él. Hay que aprender del pasado. Antes de esta tragedia de proporciones planetarias -244.001 fallecidos en el mundo, 142.982 en Europa, 25.264 en España, 1.256 en Andalucía- que aún no ha terminado, tras la que vendrá -además de la amenaza de los repuntes hasta que haya vacuna- una crisis económica que según los expertos será como mínimo tan pavorosa como la de 1929, el turismo masivo planteaba graves problemas a muchas ciudades europeas. Más graves cuando afectaba a regiones, como la nuestra, que lo necesitan desesperadamente hasta el punto de considerar sus embestidas menos dañinas que el paro y la pobreza. Más cornadas da el hambre, decía El Espartero… Hasta que un miura de nombre Perdigón le dio la cornada definitiva un 27 de mayo de 1894 dejándolo a sus 29 años bajo la columna truncada de su tumba.

Desgraciadamente sé que la reconstrucción pasa en España, Andalucía y Sevilla por el retorno, cuando sea posible, a ese modelo fallido. Es más, si tardara mucho en restablecerse la crisis pos virus se cebaría con nosotros con mucha mayor dureza. Y esto no es pesimismo, sino realismo.

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