La esquina

josé / aguilar

Como si fuera un cortijo

CUANDO escribo esta columna no se conoce la decisión final de Susana Díaz sobre el dilema al que ha sido emplazada. O trilema: continuar sólo como presidenta de la Junta, abandonar la Presidencia de la Junta para ser secretaria general del PSOE o conservar el primer cargo y coger también el segundo (con el riesgo de ejercer mal uno, otro o los dos).

En los supuestos dos y tres, que son los más probables, se repetiría uno de los males que aqueja a Andalucía desde los albores de su autonomía: la subordinación de su interés general como comunidad a los intereses del partido que, por voluntad de los andaluces, ha tenido la hegemonía política de la región durante estos treinta y tantos años. La historia se repite, ya no acierto a distinguir si como tragedia o como farsa, que diría Carlos Marx.

El primer presidente de Andalucía, y el más carismático, Rafael Escuredo, dimitió a mitad de su mandato por una serie de razones personales y políticas, y entre estas últimas estuvieron, desde luego, su colisión con el Gobierno socialista de la nación y el abandono que percibió en Felipe González y Alfonso Guerra. Pero es que su sucesor, José Rodríguez de la Borbolla, también fue defenestrado por el aparato del PSOE por conflictos de convivencia entre el poder central y el poder autonómico. Los dos habían sido legitimados por las urnas, pero los dos sucumbieron debido a crisis internas de su partido.

A Manuel Chaves le obligaron a ocupar la Junta de Andalucía -candidato a palos- los mismos jefes del partido, Felipe y Alfonso, y por el mismo motivo partidista que hizo caer a Borbolla. Curiosamente, fue el que más duró y más batallas electorales ganó. Pero estaba escrito que el PSOE mantiene una relación de dominio sobre Andalucía y cuando a otro secretario general socialista, Rodríguez Zapatero, le convino, lo arrancó de Andalucía, sin importarle que hubiera revalidado su mayoría absoluta y derrotado de nuevo a Javier Arenas. Otra decisión puramente partidista.

Ahora se vuelve a plantear un cambio en la institución que representa a los andaluces, y también se hace porque le interesa a un Partido Socialista en pleno naufragio. Conclusión: no sé en otros terrenos, pero en cuestión de poner y quitar presidentes, el PSOE ha manejado Andalucía como un cortijo de su exclusiva propiedad. Esto no es opinión. Es historia. Que vuelva Marx y aclare si es tragedia o farsa.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios