ACABO de releer un delicioso libro titulado titulado La Mesa Moderna, obra que recoge la cortés polémica sostenida por dos singulares personajes de finales del siglo XIX, mediante cartas referidas al comedor y la cocina. El libro sólo lo firma uno de los dos polemistas, un hidalgo andaluz, abogado, con el seudónimo de Doctor Thebussem. Su oponente era un político, también utilizando el seudónimo de Un Cocinero de SM.

Comparto con los lectores algunas de las reflexiones que se contienen, por su curiosidad.

El libro dice su autor que es un simple cambio de impresiones entre dos individuos que aun cuando no comen ni beben mucho, son partidarios de que se coma y se beba bien. Y propone que se considere un Arte la cocina con una afirmación contundente: si son Ciencias la indumentaria, la numismática o la arqueología, ¿por qué no la cocina? Se puede concebir al hombre sin traje, sin monedas y sin casa, pero no sin comer. Certera propuesta formulada hace más de un siglo.

Pero acaso lo que más me ha llamado la atención es el divertido argumento que justifica que estos dos personajes escriban sobre las cosas del comer y del beber: un tercio de nuestra vida los pasamos en la mesa y los trabajos humanos se llaman ganarse el pan, ser rico es sinónimo de tener asegurada la despensa y arruinarse es haberse comido la fortuna.

Cantidad de refranes, sentencias y dichos que lo refrendan. Cito algunos: Sacar los pies del plato, es salirse de lo convencional. Andar oliendo en donde guisan, es estar en donde hay que estar; El arroz que nace en agua debe morir en vino, o la importancia de un buen maridaje; Al pan, pan y al vino, vino, para exigir claridad y transparencia; Los duelos con pan, son menos, o la importancia de la comida en los malos momentos; El amor entra por la cocina, o lo fundamental de que en la pareja alguno se maneje bien entre pucheros. Por eso hay tanto divorcio actualmente.

Como decía mi abuela, el que no tiene hambre es porque está enfermo o porque ya ha comido.

Son las cosas del comer.