La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Qué clase de presidente o qué clase de persona
El Ayuntamiento de Sevilla –leo en varios medios– se va a gastar 30.000 euros en cremas solares para la Policía Local. Pocos me parecen; los EPIS de cualquier operario municipal al que le toque calle en esta soleada villa debiera llevar (obligatorio) envainada en el tahalí una pistola de crema de la playa. Celebro que los negacionistas –esos que afirman que no hay cambio climático ni urgencia en ello, adoran al esperpento gringo que relaciona sin evidencias el paracetamol con el autismo, o dicen que la violencia de género no existe (sus 1.322 víctimas mortales desde 2003 son producto de mi imaginación)– no hayan propuesto la implantación del callo solar en el funcionariado local. Entre los protectores solares, cuestionados por dermatólogos de la talla de Marcos Llorente, y un melanoma, servidora y la Asociación Española de Dermatología nos quedamos con una buena cremita de farmacia.
Serán 2.400 tarros FP50, que se suman a los dispensadores de crema instalados en las comisarías hispalenses. La razón de esta inversión en prevención –sigo leyendo– está en la cantidad de eventos que se nos vienen y que requerirán presencia policial. Solo en salidas extraordinarias se nos van a ir unos cuantos botes. Considero que otras razones de peso han quedado implícitas, y me atrevo a nombrarlas. La primera es la mala sombra de los últimos gobiernos locales, incluido este. Nunca olvidaré a los señores agentes que, en el infausto agosto de 2022, se ovillaban bajo la sombra menguante del ficus de San Jacinto mientras garantizaban el fragor de las motosierras del párroco. Ahí –espero– tiraron de cremita. Y más que hará falta, viendo los tocones en Manuel Ferrand y otros lugares de Sevilla. En el lugar de los árboles “decrépitos” (sic), adultos y vivos que talan –dicen a veces– pondrán plantones que, de seguir la tradición, en unos años volverán a talar, porque patatas. Uno de los motivos por lo que me gusta tanto Roma es porque imagino cómo serían las calles de Sevilla si estuvieran arboladas. (De los toldos de la avenida ni hablamos sin echarnos antes una paletada de potingue). El otro factor por el que hará falta más factor –de protección– es el tráfico que, en esta temporada, colapsa Sevilla Este, Macarena, Pino Montano, Triana y el centro por obras al alimón, desvíos que son embudos y semáforos sin reprogramar. Ahí queremos ver a esos cuerpos del Cuerpo, por suerte embadurnado y por desgracia siempre al sol.
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