DICEN que dice Manzano, don Gregorio, que la cuarta plaza es el objetivo y que puede alcanzarse. Estoy de acuerdo en que con 39 puntos por jugar y sólo a doce de ese lugar no resulta descabellado. Quizá un pelín optimista sí que sea, sobre todo comprobando la fragilidad del barco que patronea. Fragilidad que no se corresponde con el Sevilla de estos últimos tiempos, pues si por algo se caracterizó el Sevilla, primero de Caparrós, especialmente de Juande y luego de todos los demás fue por su solidez, por no cejar jamás en el empeño y, más que nada, por no darle una sola ventaja al enemigo de turno.

En esta semana tremenda con fútbol todos los días, vuelve el Sevilla esta noche a escena y lo hace, precisamente, recibiendo al rival que le dio el primer disgusto a Manzano, el Sporting. Aquella cantábrica noche de Gijón de hace una vuelta iba a recibir el Sevilla de Manzano su primer rapapolvo. Rapapolvo que le llegaría por la misma vía de todos los demás, por su falta de solidez, a causa de unas cuadernas no muy bien ensambladas. Aquello fue la punta del iceberg que significa la distancia que hoy separa al Sevilla de esa Champions tan anhelada que le permitiría seguir disfrutando del estatus social de un tiempo que amaneció en Eindhoven en mayo del año 2006.

Se ha dejado demasiados puntos el Sevilla en las cunetas de la Liga, pero agua pasada no mueve molino alguno y procede echar la vista adelante. Y así el panorama, nos estalla en la cara esta noche el principio de una carrera de trece etapas en las que no se le permitirá al equipo un solo fallo para que el objetivo se alcance. De esa manera, mirando hacia esa meta que ahora se contempla tan lejana, se amarraría lo que antes fue premio gordo y que el tiempo de bonanza se ha encargado de convertir en pedrea, un lugar al sol de la Liga Europa, antes Copa de la UEFA y sueño que fue durante años y años para la clase media del fútbol español. Cómo cambian los tiempos.