PARECE como si el debate que los antitaurinos han llevado al Parlament hubiera sido muñido por los taurinos, pues el efecto que está ofreciendo es el de una exacerbada publicidad de la fiesta. Los toros, ese espectáculo tan ninguneado en periódicos, radios y televisiones, está contando ahora con una cuota de espacio inusitada, que ni en los tiempos de Manolete tuvo un protagonismo como el que goza ahora en los medios. Por supuesto que tal publicidad tiene su carga negativa, insultante a veces y ciertamente sibilina en otras, pero ya se sabe que en este mundo en el que tanta importancia tiene el escaparate, lo importante es que hablen de uno... aunque sea bien. Colas tremendas para abonarse a la Maestranza o llenazos en ese aperitivo de lujo que es Olivenza, signos éstos inequívocos de que la fiesta nacional cuenta con una salud revitalizada en gran medida por lo mucho que se vuelve a hablar de ella.
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