PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

El decenio del colosal fracaso

DIEZ años se cumplieron ayer de la inauguración del Estadio de la Cartuja. Fue un amistoso España-Croacia, pitado por el inimitable Collina. Ganamos 3-1, nuestro míster era Camacho, jugaba Guardiola y el primer gol lo marcó Suker. Tan amigos que son de las efemérides los políticos, omiten retratarse ante el vacío mejor construido de la ciudad. Un ejemplo de libro de cómo hipotecar las arcas públicas sin amortizar de modo conveniente la inversión. Un caso práctico de cómo embarcarse en un reto de una semana, el Mundial de Atletismo, y cómo desaprovecharlo para reorganizar el urbanismo, el tráfico, el deporte y el ocio en Sevilla. Una burda manipulación de la palabra olímpico.

El extraordinario edificio diseñado por la suma de talentos locales (los arquitectos Cruz y Ortiz, con la ingeniería de José Luis Manzanares) se erigió en paralelo a la extraordinaria fatuidad de Pino y Monteseirín desde Diputación, y Rojas Marcos desde el Ayuntamiento, para ver quién embarcaba a la ciudad en un sueño de grandeza más faraónico... sin previamente amarrar el traslado sí o sí de los dos clubes de fútbol para liberar terrenos en Nervión y en Heliópolis que dotaran de equipamientos a esos barrios.

Era imposible lograr los Juegos, pero se engañó a la población, con el silencio cómplice de políticos, periodistas y demás sujetos pasivos con miedo a que les acusara de antisevillanos. Pero sí era posible una modernidad como la de Turín, Milán o Munich, donde sus mejores clubes ganan títulos compartiendo un estadio municipal. Sin embargo, a la hora de la verdad, por un lado hemos pagado más de 20.000 millones de las antiguas pesetas para un recinto sin actividad fija, y por otro hemos pagado el trato de favor a las directivas de los dos clubes, morosas y ávidas de recalificaciones para dilapidar y enjuagar.

Por mucho que nos gusten Depeche Mode y Springsteen, sus conciertos no taparán el colosal fracaso de una ciudad que siempre se queda a medias.

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