Llevaba trazas de confirmarse como uno de los grandes barquinazos de la temporada. Apenas intervenía, no desbordaba ni por casualidad y aquellos centros que tan bien aprovechaban Kanoute y Luis Fabiano no aparecían. Así un partido sí y otro también, por lo que la repesca de Jesús Navas empezaba a asumirse como un error. Aquel torbellino parecía sin alma, un peso muerto varado en la orilla derecha del Sevilla según se atacaba.

Pero a la fuerza ahorcan y una epidemia de lesiones en la retaguardia propició que Mercado se fuese al centro y que, lesionado Corchia en Cornellá, hubiera de tomarse la sublime y delicada decisión de apelar al concurso de Navas para cubrir el lateral diestro. Y aunque la historia está repleta de delanteros reconvertidos en defensas, léase Gordillo, Rifé, Rivilla, Lasa, Sol, tantos y tantos, lo cierto es que no había confianza en que diese el perfil físico para el puesto.

El pesimismo era infundado, decididamente infundado, y Jesús Navas, aun irrumpiendo con cierta timidez, se está consolidando como un lateral derecho que no sólo sirve, sino que le está dando al Sevilla unas prestaciones sorprendentes. Y resulta que aquella velocidad que parecía perdida en el ala diestra ha resurgido mediante la vieja conseja de cómo facilita las cosas ver el fútbol de cara. Sin necesidad de darse la vuelta para desbordar, Navas anda rememorando gestas.

Y no sólo se muestra como defensa con proyección en ataque, sino que hasta exhibe unas buenas cualidades en defensa. Antier, ante esos prodigios físicos que reclutó Mourinho para Old Trafford, el palaciego no sólo se las tuvo tiesas, sino que salió con bien de cada lance. Por ejemplo, aquella cobertura prodigiosa mediada la primera parte en que Alexis Sánchez, poderoso y rápido, enfilaba solito rumbo a Sergio Rico... Lo dicho, una reconversión muy provechosa.