Alto y claro

José Antonio / Carrizosa

El desgarro

16 de octubre 2016 - 01:00

EL golpe de mano que en el dramático Comité Federal de hace un par de semanas descabalgó a Pedro Sánchez de la secretaría general del PSOE tenía un único objetivo: abortar la operación puesta en marcha por la cúpula de Ferraz que negociaba a marcha forzada con Podemos y que ya había iniciado contactos con los nacionalistas catalanes de la antigua Convèrgencia y, con más dificultades, también con Esquerra. Susana Díaz y el resto de los barones territoriales y miembros destacados del partido que encabezaron ese movimiento no tenían como prioridad allanar el camino a Rajoy para que volviera a sentarse en el Palacio de la Moncloa, sino evitar que los socialistas cayeran en la trampa que les tendía Pablo Iglesias y quedaran invalidados nadie sabe durante cuánto tiempo como partido mayoritario de la izquierda española y alternativa viable de gobierno. La derivada inevitable era que no se podía ir a unas terceras elecciones con el partido desgarrado y sin un referente que pudiera reconectar con el mucho electorado que han perdido los socialistas. El mal menor en medio de este marasmo era, y es, pasar a la oposición y desde allí reconstruirse, tanto en lo respecta a la reformulación del proyecto político de la izquierda moderada española como a la construcción de un liderazgo sólido que permita aspirar a una mayoría social que, hoy por hoy, le ha dado la espalda al PSOE. Ello conlleva, porque no queda otra alternativa, pasar el trago de levantar la barrera al partido que ha ganado las dos últimas elecciones en España mediante una abstención que, aunque no es un apoyo, contradice sentimientos arraigados en la cultura socialista, aunque mucho más en sus militantes que en sus votantes. Éste es, en síntesis, el meollo de la crisis que atraviesa el partido que más tiempo ha gobernado España en democracia. Reducirla a una pugna personalista de poder o incluso a una pelea entre un ala derecha y un ala izquierda es simplificarla y desdibujarla hasta dejarla irreconocible.

El problema es que las cosas se han hecho tarde y mal, una constante que persigue al PSOE desde hace ya demasiado tiempo y que lo ha dejado en la situación desastrosa en la que se encuentra. A pesar del muchísimo tiempo transcurrido, y de que durante dos mandatos pudieron volver a gobernar el país, los socialistas parece que todavía no han sido capaces de llenar el hueco de Felipe González. Todas las organizaciones sociales, pero especialmente las políticas, necesitan un liderazgo claro, capaz de hacer llegar los mensajes que se requieran en cada momento. Los socialistas en esto, como en otras muchas cosas, han ido de mal en peor hasta llegar a un Pedro Sánchez que desde el primer momento demostró que le faltaba capacidad para manejar un barco que ya tenía importantes vías de agua que taponar. El resultado fue una gestión que ahondó las muchas contradicciones internas que ya dañaban a la organización y que lo han llevado de desastre en desastre hasta las fronteras de la irrelevancia.

El PSOE está desgarrado y no es un desgarro menor. Se va a ver en las dos semanas que quedan para terminar este mes fatídico para ellos. La gestora no ha podido aún ni poner fecha oficialmente a la reunión de su máximo órgano que debe despejar el camino hacia la abstención. Coser el partido -por utilizar la expresión de Susana Díaz- va a costar mucho esfuerzo y mucho tiempo. Ya no queda lugar para más improvisaciones ni para más pasos en falso. Los socialistas tienen una única ventaja que les puede permitir salvar la situación tras una travesía del desierto que si son hábiles puede no ser muy larga: siguen siendo imprescindibles para que la democracia, tal y como la conciben la inmensa mayoría de los españoles, funcione. Pero convendría que no olviden que los cementerios están llenos de imprescindibles.

stats