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Juan Antonio Solís

El "después"

EN noviembre Muñiz Fernández, ya ex árbitro, escribió una carta abierta a su amigo Fernandez Borbalán en la que le deseaba suerte y le daba unos consejos cara al Madrid-Barça. Textualmente, el asturiano confesaba que "estos partidos tienen un antes, durante y después". En ese "después", en esas siete letras, se encapsula el rosario de arbitrajes que siempre benefician a los mismos dos y que tantas víctimas deja en la cuneta de los indignados. Ese "después" lleva implícito el posible perjuicio a uno de los dos colosos. Que puede saltar también ante uno de los otros 18 parias de la Liga.

Vicandi Garrido vio penalti en la colisión de Messi con Adán impelido por ese "después". ¿Que el Barça fue víctima luego del juego al límite ante el Espanyol? Cierto. El efecto rebote de ese "después". Una raya en el agua.

Ese "después" se erige en una amenaza contra el estatus que el colectivo arbitral se ganó. Un colegiado medio en la Liga BBVA (casi todos, además, tienen su trabajo al margen del arbitraje) percibe 3.700 euros por partido, más diez mensualidades de 11.000 euros. Cobran 12.000 euros por derechos de imagen y 6.000 euros por cada partido en Europa. En total, de media, se embolsan más de 200.000 euros al año. Una soldada de alto ejecutivo. Con la diferencia de que este empleado cualificadísimo se tiene que jubilar a los 45 años según la normativa española. El chollo tiene la caducidad de un yogur.

Si combinan ese "después" con el "estatus" de los trencillas, no hace falta ser Sherlock Holmes para resolver la ecuación: lo más conveniente al arbitrar es velar por el establishment, hacer méritos, ser internacional y agotar la corta carrera embuchando un puñado de euros. No pinchar los costados a los detentores del poder es el mejor modo de que no haya "después" en los acorazados mediáticos. Que los haya en los barquillos provincianos no les asusta: tiramos con balas de fogueo. Y que así sea.

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