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El análisis

Otras elecciones: 'the american way'?

En España no queda tanto espacio como para que la economía y la acción pública en materia económica se diriman con agrios debates al estilo americano

SALUDOS desde la helada pero hermosa ciudad de Chicago. Éste es mi primer artículo de análisis desde Estados Unidos, donde estaré un tiempo en el Banco de la Reserva Federal de Chicago, y aprovecho la ocasión para trazar algunos paralelismos y diferencias en el papel que juega la economía en un momento marcado por las elecciones a ambos lados del Atlántico. En numerosos diarios, se señalan algunos "parecidos razonables" entre las campañas desarrolladas por algunos candidatos en España y las que vienen llevando a cabo candidatos -particularmente, los demócratas y, entre ellos, Barack Obama- en Estados Unidos. Este american way más ruidoso y publicitario parece cundir en las elecciones españolas, con campañas que tienen en plataformas de internet como Youtube o en personajes y líderes virtuales, referencias hasta ahora inusitadas. ¿Pueden estos medios desplazar la economía a un segundo plano o, por el contrario, realzarla? En Estados Unidos, es un tema importante, pero uno más unido a otros muchos, como la sanidad, la discriminación racial o la política internacional. En España, factores como las reformas estructurales no parecen tampoco estar jugando un papel determinante en las campañas y, sin embargo, todos los partidos parecen llevar, entre sus propuestas, políticas económicas expansivas y soluciones coyunturales que no parecen cuadrar en algunos casos, se miren por donde se miren, con las deficiencias y las necesarias transformaciones que requiere la economía española.

Hace dos semanas, el semanario The Economist nos traía en sus primeras páginas al presidente del Gobierno español vestido de matador y preparado para torear a la economía como el principal problema de cara a las nuevas elecciones. En este sentido, se interpretaba que las elecciones se iban a ver afectadas por las dificultades que atraviesa la economía española y que, sin embargo, no son en gran parte propias de nuestro país, sino comunes a la mayor parte de los países occidentales. Podría incluso hablarse de tres elementos distintos de incertidumbre económica. Dos de ellos -la crisis crediticia y la volatilidad de los mercados bursátiles- son realidades generalizadas en la esfera internacional. El tercero -el estancamiento del crecimiento del sector inmobiliario- sí revela una excesiva y propia dependencia estructural de la economía española respecto de la construcción. El juego político siempre ha conllevado, tan ineludible como lamentablemente, una asociación subjetiva y arbitraria de las crisis o las oscilaciones cíclicas a uno u otro partido en el poder. El devenir económico y la acción de las políticas públicas tienen hoy en día, nos guste o no, un efecto limitado, con una política monetaria única y con la influencia de factores exógenos como la dependencia energética. En este sentido, en España no queda tanto espacio para que la economía y la acción pública en materia económica se diriman al estilo americano, con agrios debates sobre la oportunidad de unas u otras medidas. Esto no quiere decir que las políticas públicas no influyan en el desarrollo económico de un país, pero se confunden con frecuencia las oscilaciones cíclicas con las pautas de crecimiento a largo plazo y con las reformas estructurales. En cualquier caso, parece que parte del protagonismo de los debates electorales se dirimirá en torno al escenario económico actual, con representantes destacados de los principales partidos contendientes, lo cual en sí será, en cualquier caso, atractivo. Y, en este contexto, España concentrará la atención de un gran número de países europeos que habrán de afrontar sus próximas elecciones en similares condiciones y para los que las españolas servirán de referencia sobre el valor de la economía como motor de cambio o de continuidad política.

Las últimas encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas apuntaban a que más de un tercio de la población percibía la situación económica como mala o muy mala. Este dato rebasa, con creces, las cifras registradas en los últimos años. Hay quien diría que son cercanas a las de 1996, pero también conviene recordar que mucho ha llovido desde entonces y que estas elecciones tal vez dependan de otra batalla, la de la confianza, con la economía como sólo una de las claves en la que conviene infundirla. En este aspecto sí que existe un claro paralelismo con la situación de Estados Unidos. En este entorno, las posiciones respecto a la situación económica española se han radicalizado en alguna medida en la escena política. Se habla con demasiada alegría de conceptos como "recesión" o "debacle", que ni desde un punto de vista técnico ni objetivo reflejan, con los datos existentes hasta ahora, la situación actual. Eso sí, existen riesgos en la economía y las propuestas que los diferentes partidos hagan sobre los mismos pueden determinar el voto de muchos españoles preocupados por esta situación. De lo que no tiene la culpa nadie, y ésta es sólo una humilde opinión, es de la inoportunidad del momento económico en que llegan las elecciones pero, al menos, aún podremos mirar de forma divertida a los paralelismos electorales entre España y Estados Unidos.

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