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Son las empresas

Entre los cambios que trae la crisis debería estar un giro copernicano en la percepción social de los empresarios

Cuesta acostumbrarse a esta nueva realidad, que nada tiene de normalidad. Pensaba en eso sentado en el patio de la Montería del Alcázar durante la presentación de la decimoctava edición del Anuario Joly Andalucía. La estampa era propia de un plano cenital de El cuento de la criada, la serie de Hulu, que en España distribuye HBO. En sillas que guardaban la distancia en formación cuasi militar, el aforo reducido respecto a lo habitual y todos embozados con mascarillas sólo unas horas antes de que la autoridad presente nos la impusiera a todos los andaluces. Una prevención necesaria por más que a 40º se convierta en un suplicio. Pero la impactante y exitosa experiencia -fue el primer gran acto social desde que se levantó el estado de alarma- no ocultó la relevancia del mensaje principal: estamos ante una crisis profunda, pese a que su dimensión está todavía fraguándose, y la salida tiene que venir de la sociedad civil y de una de sus mejores formas de articularse: las empresas. Al Estado -y a la Autonomía, claro- hay que reclamarle que actúe en una situación así, pero lo público tiene que centrarse en facilitar, en no estorbar. Porque es el tejido productivo quien puede garantizar una reconstrucción robusta. Por eso reclamar la necesidad de que en Andalucía haya empresas fuertes, referentes, que radiquen y tributen en cualquiera de sus ocho provincias es, como señala el editorial de este diario hoy, es una necesidad ineludible. La importancia que las empresas han jugado en esta crisis y la que deben jugar en la recuperación estuvo muy presente en los distintos discursos que los asistentes escuchamos. También fue pertinente el optimismo y la apelación a la unidad que hizo el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. Porque, tal y como dijo, Andalucía tiene talento y capacidad para avanzar más rápido. Y la política, el ejercicio serio de esa función social, exige, como reclamó, olvidar las siglas y salir de las trincheras. Ojalá cale el mensaje, porque no saldremos de la que se viene encima si desde el poder político -a menudo ocurre con el actual Gobierno central- se demoniza a las empresas; y a quienes las fundan. Entre los muchos cambios que esta crisis va a traer debería estar un giro copernicano a la percepción que la sociedad tiene de los empresarios. Desde hace años es una de las preocupaciones de las organizaciones que los aglutinan. Singularmente del Instituto de Empresa Familiar, que representa a la mayoría del empleo privado que se crea en España a través de sus socios y de los de sus organizaciones territoriales. Una sociedad que respeta a quienes crean la riqueza y el empleo que da acceso a ella tiene unos cimientos más fuertes para progresar y superar tiempos tan duros como los actuales.

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