En tránsito

eduardo / jordá

Otra estafa más

EL principal implicado en la estafa de la empresa Gowex ha podido pagar una fianza de 600.000 euros con el dinero que tenía en una cuenta de Luxemburgo en la que había cinco millones de euros. Luxemburgo es un paraíso fiscal, así que no es muy descabellado deducir que esa cuenta ocultaba dinero obtenido de forma irregular. Pero ese dinero de procedencia opaca -por decir algo suave- va a servir para pagar una fianza que de momento evitará que vaya a la cárcel un tipo que no sólo ha arruinado a miles de inversores que se fiaron de sus cuentas falsificadas, sino que también había cobrado grandes cantidades de dinero en ayudas públicas (y aquí alguien debería explicar la clamorosa ausencia de controles públicos que hizo posible todo esto).

Al oír noticias como ésta, el ciudadano normal que paga sus impuestos y hace su trabajo lo mejor que puede -si es que tiene la suerte de tenerlo- siente que se le está poniendo cara de tonto o incluso de doble tonto. El empresario de Gowex no sólo estafó a sus inversores, sino que se embolsó grandes cantidades de dinero que salieron de los bolsillos de los contribuyentes, y aun así, se le permite pagar su fianza con el dinero de una cuenta bancaria cuando menos dudosa. Pero cualquiera de nosotros que cometa el más leve error, siquiera sea de cincuenta céntimos en una declaración de Hacienda o del IVA, recibirá una notificación urgente, redactada en los mismos términos conminatorios con que los sheriffs del Salvaje Oeste mandaban a los cuatreros a la horca, en la que se le comunicará que pesa sobre su cabeza la amenaza de ser considerado enemigo público número uno si no salda su deuda en un plazo de veinticuatro horas. Conozco un caso cercano en el que el error lo había cometido la misma Administración de Hacienda, pero todo eso daba igual: la carta contenía las mismas amenazas y el mismo tono humillante. En cambio, no hay nada anormal en que un sujeto que ha robado gigantescas cantidades de dinero público y que ha hecho perder sus ahorros a cientos de personas pueda pagar su fianza con un dinero llegado de Dios sabe dónde.

Todo esto es asombroso. Y no sé si alguien se da cuenta de que la gente que paga sus impuestos y vive su vida de la forma más tranquila y honesta que puede ya no tiene muchas más reservas de paciencia. Y cualquier día ese ciudadano de a pie también va a estallar de indignación y de rabia, igual que los parados y los estafados y los despedidos. Y mal vamos si hasta la sufrida clase media empieza a perder la cabeza.

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