EL Comité de Competición de la Real Federación Española de Fútbol decidió la pasada semana multar a Frederic Kanoute con 3.000 euros por subirse su camiseta tras marcar un gol al Deportivo en la Copa y enseñar un mensaje en la interior, cosa que está prohibida porque al parecer perturba la paz de los que deciden las sanciones sentados en sus mesas. Lo que el extraordinario delantero malí mostró fue un mensaje de apoyo a Palestina, que sufre desde principios de año en la franja de Gaza un auténtico asedio por parte del ejército del Gobierno israelí. Una masacre que a día de hoy se ha cobrado ya casi un millar de víctimas y que no parece que vaya a remitir, mientras la llamada Comunidad Internacional permanece impasible.

La multa se impone, al parecer, porque a los que dictan las leyes desde los despachos no les gusta que la política se mezcle con el deporte, algo que es sencillamente estúpido. Estúpido porque los deportistas no son números ni marionetas que manejar. Los deportistas, ante todo y antes que nada, son personas que piensan, más o menos, sienten y padecen. Y a Kanoute, como a muchos millones de ciudadanos en el mundo, le duele lo que está sucediendo de la misma forma que a John Carlos y a Tommi Smith les dolía lo que pasaba en Estados Unidos con los derechos civiles cuando levantaron su puño negro en el podio de los Juegos Olímpicos de México 68. Y como le duele lo manifiesta. Y si puede ser delante de una cámara de televisión mejor que en un callejón oscuro.

Kanoute pagará la multa sin problemas y gustoso, supongo, por hacer algo en lo que cree. Lo que sería deseable ahora es que el cobrador de la sanción destinase esos 3.000 euros a paliar de alguna forma y dentro de las posibilidades la catástrofe humanitaria de Gaza. Eso sí sería un verdadero ejemplo.