El poliedro

No existen islas ya

La pandemia financiera afecta de lleno a la actividad y al empleo, y no hay territorios a salvo

EL miedo se nos encajó en el cuerpo con las vacas locas y la gripe del pollo. Fueron miedos de temporada que, abracadabra, dejaron de pronto de ser la puerta del Apocalipsis. A fin de cuentas, por mucho que temiéramos el síndrome de Creutzfeldt-Jakobs, las personas de a pie no podíamos propagar el mal: con dejar de comer chuletones con hueso podíamos espantar la obsesión por el contagio. Algo más global fue la también pasajera gripe aviar. La golondrina que anida cada año en la ventana del patio interior de su casa podía traernos el resfriado letal, por mucho que le quitaran las espinas a Cristo. Mientras que las vacas había que comérselas, el pájaro traía efluvios al aire que respiramos, o eso nos hicieron creer. La tercera pandemia global de los tres últimos lustros es financiera; es decir, tiene que ver con la cantidad de dinero circulando en el mercado y apalancado en cuentas bancarias; con los productos financieros caleidoscópicos que se venden y se compran a la espera de un retorno fácil y rápido, estructuras donde la gente invierte sus ahorros, que están molecularmente enlazadas hasta el infinito con otras similares, y, finalmente, también tiene que ver la sequía planetaria de dinero por un virus troyano que uno puede tener sin saberlo, por lo que nadie desenfunda el arma: no se presta, no se invierte, se produce menos y no se consume. O sea, no hay economía, o si la hay está muy enferma. Y, aunque tengamos "el mejor sistema financiero del mundo" -qué gran ocasión para callarse-, no existen islas económicas ya.

Por cierto, la isla cuya economía ocupó hace unos meses un extenso reportaje extremadamente laudatorio en El País está en práctica bancarrota. Islandia, con lo lejos que está, es víctima directa no ya de las subprime estadounidenses y su efecto mariposa o dominó sobre el resto de las economía mundiales -que también-, sino de la imposibilidad de considerar los territorios como entes aislados o aislables. Ya no es posible enfocar mucho, no sirve. Islandia, obsesionada con controlar la inflación, subía los tipos de interés para que el dinero no circulara fácilmente. Como los tipos de interés que se cobran por el crédito y el que se paga por los depósitos corren paralelos y cercanos, mucho dinero extranjero -sobre todo británico- acudió allí a ganar más que en casa. Como consecuencia, los bancos islandeses -una isla con tantos habitantes como La Rioja- eran unos monstruos desproporcionados: manejaban dinero por valor de más de diez veces el propio PIB nacional. Como el dinero no está en las cajas de las sucursales sino que está por ahí, y como la crisis de liquidez afectó también a la isla vikinga, sucede que el Estado -en este caso, desproporcionadamente pequeño en relación a sus bancos- no tiene capacidad de inyectar dinero al sistema, como ha hecho Estados Unidos y media Europa, también España. Y así Islandia, de la más guapa de la clase ha pasado a ser un cardo. Un caso de daño colateral.

La gravedad de la crisis financiera -que ya no es sólo financiera, por supuesto: ahí están las cifras del paro- deriva de su íntima relación con las expectativas, los rumores, el pánico y la sugestión de las masas. Los sufridores de la crisis somos unos importantes impulsores de la misma, y la realimentamos continuamente con nuestros miedos y nuestros "comportamientos microeconómicos". ¿Quién nos iba a decir a nosotros que íbamos tener que preocuparnos de la seguridad de nuestros ahorros? De un día para otro, nos planteamos distribuir nuestros ahorros entre distintos bancos -con el daño que eso hace al sistema bancario-, y tememos no poder disponer de ellos cualquier lunes. ¿Podría el Estado garantizar los depósitos? ¿Todos? Con seguridad, no, y menos a corto plazo. Si los dineros vuelan al calcetín o a China, el corralito a la argentina y las colas para trincar un billete en la puerta de nuestro banco no serán ninguna fantasía.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios