CADA vez que se frustra uno de los muchos intentos de encontrar el cuerpo de Marta, una sobredosis de desencanto nos come por dentro. Una vez más, los esfuerzos, ímprobos por supuesto, para dar con sus restos se han estrellado en la cruda realidad del fracaso. Insisto en que se pone uno en el dolor de esos padres o de ese admirable y tenaz abuelo y no sabe cómo reaccionaría. Sin duda, bastante peor de como está comportándose esa familia. No pierden los papeles en ningún momento, se agarran al primer clavo ardiendo que le muestran y ni siquiera dan muestras de arrojar la toalla así que se frustra una intentona más. Y mientras, la sociedad que mira estupefacta cómo todo un sistema se muestra ineficaz y que hasta exige menos garantismo para el asesino confeso, que hay quienes llegan a pedir la reapertura del cuartel que había en el Sacrificio. Y es que todo esto es insoportable.