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El poliedro

De gaseoso a líquido

El bien escaso -o sea, económico- no es ya el dinero, sino su disponibilidad. La liquidez es, así, el nuevo 'grial'

MUCHAS empresas españolas van a tener serias dificultades para cumplir sus objetivos de este año, estén dichos objetivos expresados en forma de presupuestos o lo estén en forma de planes de negocio, lo que no deja de ser la misma cosa. Es decir, sus previsiones de ingresos, gastos y resultados -realizadas antes de tomar conciencia del verdadero estado de las cosas- eran optimistas, poco realistas y, en cierto modo, naif. Por eso, no me extrañó mucho escuchar en la radio que un alto directivo de una compañía describiera el nuevo ideal corporativo como el de la consecución de la liquidez, y no de la rentabilidad (supongo que, en parte, se autoconvencía y se preparaba para la próxima junta general que él debía dirigir). Es decir, se da uno con un canto en los dientes si tiene dinero parar poder mover su máquina -aunque el motor de la máquina esté funcionando con la mitad de cilindros-, no pretendiendo, en plena emergencia universal, el supuesto imposible de ingresar más dinero del que se gasta en cada ejercicio. Dicho de otra manera más deportiva, mientras hasta antesdeayer el aire y el gas funcionaban como vendaval trasero arreando las velas del negocio, a día de hoy la botellita de agua medio llena es un lujo en este ascenso al ochomil del parón económico. Las burbujas, cuando estallan, dejan poco líquido. Como el futurista Mad Max y sus congéneres vivían en exclusiva para conseguir unas gotas de gasolina que los llevara a ninguna parte, buscamos ahora líquido, efectivo, líneas de crédito, préstamos, renovaciones, plazos más largos; desinvertimos, nos acoquinamos... Objetivo, pues: la liquidez. El amor y la cortesía infinita con los bancos quedan atrás: Versalles Banking is over. Los financieros, dentro de la propia empresa, vuelven a sacar pecho y a asumir eso que en recursos humanos llaman centralidad. Fuera, la tortuosa gymkana en pos del euro, del oxígeno al cabo.

Si damos por cierto que el verdadero bien escaso, o sea económico, no es el dinero o, técnicamente, los recursos financieros, sino su disponibilidad, debemos concluir que ponerle red a una eventual caída de la banca es una prioridad de la política económica, dado que es precisamente la compra y venta de dinero el oficio de los banco. En ese sentido, ni el mismo semanario The Economist -oráculo liberal de tozuda fe en los mecanismos del mercado- deja de calificar de necesario un plan de salvamento coordinado que parece cuajar a ambos lados del Atlántico. Cosa que, por cierto, no comparte el principal banquero de España -¿de Europa? ¿Y buena parte del mundo?-, Emilio Botín. Puestos a quedarse con parte del capital de bancos maltrechos, ¿por qué ha de ser el Estado quien apechugue si hay un competidor sano que puede y a lo mejor quiere pagarlo a precio de mercado (o sea, a día de hoy, un precio de saldo)?

Nadie se hubiera atrevido hace medio año a pronosticar una situación del sector bancario tan inestable, deprimida e incierta como la existente, si no era a riesgo de recibir mamporros de todos los colores. ¡Nacionalización de la banca, anatema! ¡Y de la banca de la Gran Manzana neoyorquina! Las autoridades políticas están intentando estar a la altura de las circunstancias sin crear asimetrías de países espabilados frente a países más responsables con lo que es supranacional. Mientras, una circunstancia está haciendo un daño sordo y paranoide a la deseada normalidad bancaria: el rumor, o quizá mejor, la insidia; el rumor malintencionado, propagado probablemente desde una tercera parte implicada. En la copita del viernes, en el vestuario de la piscina, al dejar a los hijos en el colegio o en la cola del autobús habrán ustedes escuchado que tal o cual banco va a quebrar, y que si tiene dinero depositado en él, mejor lo saque. En algún pueblo andaluz se han visto ya colas de cuentacorrentistas que han dejado el tractor en marcha para irse a la ventanilla con la cartilla a llevarse la manteca, tras recibir una llamada de móvil de un asesor financiero espontáneo, muy bien informado, cuya primera ocupación es, pongamos, vender pan o piensos compuestos.

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