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Tomás García

La grevillea y su expansión en Sevilla

Los árboles del fuego más longevos de Sevilla se hallan en los jardines del Palacio de San Telmo

25 de mayo 2024 - 00:45

La grevillea o árbol del fuego (Grevillea robusta) es una planta de procedencia australiana introducida en Europa en el siglo XVIII por el conde inglés Charles Francis Greville, de quien procede la nomenclatura latina del género. Conocido comúnmente como árbol del fuego o pino de oro por sus fantásticos racimos filamentosos de flores doradas semejantes a llamas incandescentes, manifiesta un gran poder de atracción sobre insectos y aves por su abundante néctar, sobrepasando en sus tierras nativas los cuarenta metros de altura y haciendo honor al nombre específico (robusta). Son plantas perennes en zonas tropicales y semicaducifolias en las templadas sin heladas persistentes, como suele ocurrir en nuestro entorno, lo cual supone que en invierno no pierden todo su follaje de espléndidas hojas compuestas que recuerdan frondes de helechos. Toleran distintos tipos de suelos, la polución ambiental y las sequías debido a sus profundas raíces, aunque necesitan sustratos con un buen drenaje que no las mantengan largo tiempo encharcadas. Las acusadas características de resistencia ante las adversidades ambientales y su extraordinaria belleza selvática los hacen muy adecuados para formar parte de plantaciones en calles, plazas y parques hispalenses, aunque no suelen florecer hasta unos 10-12 años después de la primera siembra.

Los árboles del fuego más longevos de Sevilla se hallan en los jardines del Palacio de San Telmo, conformando un grupo de seis esbeltos ejemplares que alcanza una altura máxima de veintiocho metros y que se sitúa en torno a una de las albercas usadas antiguamente para el riego; fueron plantados en la segunda mitad del siglo XIX, antes de que una importante extensión del espacio ajardinado palaciego quedara incluida en el futuro Parque de María Luisa. Algunos de los que se erigen en este mítico Jardín de Jardines también son de edad avanzada, pero su verdadera expansión ocurre a partir de la Exposición Universal de 1992, cuando integran largas alineaciones en avenidas de la Isla de la Cartuja como Inca Garcilaso (alternando con ombúes) o Américo Vespucio. Posteriormente, han sido distribuidos de forma paulatina por la mayoría de barrios y parques: Nervión, Parque de Miraflores, Torneo, Los Remedios, Parque Amate, La Palmera-Bellavista, Los Bermejales... Es de destacar la polémica sustitución de venerables plátanos de sombra por grevilleas y almeces realizada hace unos tres años en la fervorosa Plaza de San Lorenzo.

Los árboles del fuego aportan un toque mágico a los enclaves donde se elevan decididos hacia los cielos de Sevilla con sus artísticas hojas de envés plateado y su fulgor floral en la primavera tardía, cuando dibujan una ardiente imagen que podría ser trascendida e imaginada por el extasiado observador como la de una hermosura ruborosa ante el progresivo amor que le va profesando día a día una urbe sensual que los incita a manifestarse en plenitud, simulando faros de acogida en el revuelto mar urbano.

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