La ciudad y los días

carlos / colón

Los guardas del cortijo

LA calidad de una gran parte de la clase política europea, que está alimentando tan peligrosamente la emergencia de los populistas de extrema derecha por un lado y de los violentos antisistema por otro, se demuestra en el caso de la señora Malmström. Es desmoralizador que la máxima autoridad europea en seguridad se desahogue tuiteando sobre una cuestión de la mayor seriedad (15 muertos) que afecta a un gobierno europeo (el nuestro) y está relacionada con uno de los más graves problemas que afronta la UE (la emergencia la vez humanitaria y de seguridad planteada por los miles de desesperados que, tantas veces muriendo en el intento, pretenden entrar en Europa). Como se escribía en nuestro editorial de ayer, "no es normal que un responsable del máximo nivel de la Comisión Europea cuestione [a través de la prensa y las redes sociales] la labor del Gobierno de un Estado miembro antes de conocer y calibrar toda la información al respecto". Esta reacción es propia de una niñata irresponsable, no de un alto cargo que ha de afrontar con serenidad e inteligencia las muy serias cuestiones de su competencia: nada menos que la Comisaría de Asuntos de Interior en la Comisión.

La calidad de la clase política, en este caso la española, se demuestra en la forma en la que el PSOE está utilizando los sucesos de Ceuta. En nuestro ya citado editorial de ayer se recordaba que el pasado viernes 214 inmigrantes sin papeles, una cifra que no se registraba desde 2005, entraron de golpe en Melilla saltando la verja fronteriza con Marruecos. Pues bien, ayer se produjo el mayor asalto conocido: 1.500 subsaharianos intentaron pasar de Marruecos a Ceuta. Son la punta de lanza de los 40.000 que esperan intentarlo en territorio marroquí y de los otros tantos que aguardan en Mauritania. Víctimas, sin lugar a dudas. Pero también un peligro debido a su número y a su desesperación; y al papel que juegan las mafias que trafican con ellos.

Se vive una situación de emergencia humanitaria y de seguridad que no debería afectar sólo a España, sino a la Unión Europea. Obligarnos a hacer de perro guardián de Europa para después acusarnos de morder es una política repugnante. Ceuta y Melilla, decíamos ayer, no sólo son la frontera de España con África, sino la del continente africano con Europa. Los señoritos de Bruselas no pueden convertirnos en los guardas de su cortijo para después ponerse estupendos.

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