Jorge Benavides Solís

Doctor Arquitecto

El gusto minimalista en la ciudad

El minimalismo parece una pandemia que anula la sensibilidad del gusto local, de la tradición

En uno de los pabellones de la Expo de Barcelona (1929), imprescindible referencia de la arquitectura moderna, Mies van der Rohe lució dos de los principios que la caracterizan: Dios está en el detalle y menos es más. Tres décadas después, en su teoría confluyeron las propuestas de varios artistas plásticos estadounidenses, finalmente recogidas por el actual diseño y gusto minimalista, encubado en una sociedad industrializada, preocupada por la eficiencia, por la productividad, alejada de lo superfluo, de lo artesanal e incluso de la identidad cultural. Resulta ser una forma reduccionista de convertir la compleja interrelación entre objeto y sujeto en un proceso unidireccional que parte como imposición desde el objeto simplificado.

En Sevilla, una autoritaria imposición de dicho estilo descomprometido con la luz, el azar, el olor de la Semana Santa, de la primaveral belleza vegetal, de la tradición, así como del arte barroco que sacó a la calle los retablos y lo hizo de piedra, de la arquitectura regionalista -caracterizada por la forma tradicional de trabajar los materiales de y en esta tierra-, ha comenzado a generalizarse con agresiva fortaleza en tiendas, bares y restaurantes del centro; en casas, edificios y hasta en la forma de vestir. Como si Sevilla fuera cualquier lugar, ciudad o pueblo.

Y no es así. Es singular. Lo han dicho poetas, músicos, intelectuales, artistas, hasta guiris, turistas y viajeros cultos. Pero los diseñadores y decoradores formados entre anglosajones bajo los principios de la globalización generalizada y del neuro-márquetin, dirigidos a domesticar la mente del consumidor, no se han propuesto reflexionar sobre el color, sobre el locus y la alegría de vivir en Sevilla.

Como manifestación externa de modernidad, el (color) negro tradicionalmente asociado al luto, al protocolo, al silencio, ha sido re-significado en el interior de bares y restaurantes. Negros los tabiques, los muebles, los manteles, las servilletas y delantales, iluminados con luces focales para destacar la vajilla de producción industrial y las sombras en los rostros (góticos). Las tiendas del centro histórico con decoración similar a las de París, Potes o Palencia. En la arquitectura de blanco y negro de los hogares, Ikea incorpora sus productos por imperativo económico globalizador y el gusto despersonalizado, deslocalizado.

El minimalismo parece una pandemia que anula la sensibilidad del gusto local, de la tradición, del objeto con huella de la mano antes que de la máquina, del programa de diseño, del ordenador o de cualquier otro artilugio. Es una moda que nace vieja.

Pareciera que hasta la mente de los políticos padece de un pensamiento minimalista y reduccionista en blanco y negro. Ojalá se convirtiera en una cuestión pasajera de futuro inmediato destinada a terminar en las próximas elecciones. Pensar no da votos.

¿Por qué los arquitectos famosos visten de negro?

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