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El hándicap de la fama

Aunque la idea extendida es la contraria, ser famoso dentro de una prisión puede acarrear más perjuicios que beneficios Isabel Pantoja, acusada de gozar de trato de favor, lo ha experimentado

muñoz

SER famoso tiene seguramente muchos privilegios. Pero, paradójicamente, ser famoso dentro de una prisión puede acarrear más perjuicios que beneficios. Es el handicap de la fama, algo que la cantante Isabel Pantoja acaba de experimentar en sus propias carnes. Si no fuera poco el hecho de que el caso de la tonadillera ha dado lugar a la doctrina Pantoja (según la cual, cualquier persona condenada a una pena de prisión incluso inferior a los dos años de prisión y reuniendo los requisitos para la suspensión de la pena, debe entrar en la cárcel para saldar su deuda con la sociedad), la interna se ha visto envuelta ahora en una rocambolesca historia sobre unos supuestos privilegios que al final se ha acreditado que no tiene en realidad.

La interna Isabel Pantoja Martín es una reclusa más de la prisión de Alcalá de Guadaíra, con las mismas obligaciones, horarios y celda, y el mismo trato que las demás, aunque se trate de algo difícil de creer para la opinión pública y su popularidad haya sido utilizada por algunos funcionarios vinculados a un sindicato para denunciar un supuesto trato de favor. No tiene ordenador, teléfono móvil ni microondas en su celda, ni tampoco vive en un resort en el que le sirven suculentas viandas de caña de lomo y jamón de Jabugo.

Las otras presas no cosen para ella, ni tampoco desayunó con la directora de la cárcel de Alcalá, María Isabel Cabello, ni con el subdirector de Seguridad el pasado 1 de junio, poco antes de disfrutar de su primer permiso de salida de la cárcel, en la que está recluida desde el 21 de noviembre de 2014 para cumplir la condena de dos años por blanqueo de capitales.

Todos estos elementos han sido puestos de manifiesto en el contundente informe elaborado por los dos inspectores de Instituciones Penitenciarias que durante diez días -una inspección por hechos más graves no se prolonga más de dos o tres días- han escudriñado la cárcel de mujeres de Alcalá en busca de algún indicio de los presuntos privilegios de la artista, después de que la denuncia de los funcionarios saltara a los medios de comunicación. El informe niega con rotundidad esos supuestos favores, por cuanto los inspectores han concluido que "no existen indicios ni evidencias de ningún trato de favor respecto a la interna Isabel Pantoja Martín por parte del equipo directivo de Alcalá de Guadaíra".

Y los investigadores del servicio de Inspección de la secretaría general de Instituciones Penitenciarias no tienen precisamente fama de dejar nada al azar: son minuciosos, concienzudos e implacables, como puede serlo la Unidad de Asuntos Internos de un cuerpo policial. Por eso, si llegan a la conclusión de que la denuncia es falsa, no cabe duda de que así es. La investigación ha sido exhaustiva, se ha realizado un registro por sorpresa de la celda de Isabel Pantoja, y ella misma ha sido sometida a un interrogatorio por parte de los inspectores que tuvo que suspenderse al sufrir la interna una especie de lipotimia.

El hecho de ser famosa le ha perjudicado a Isabel Pantoja, como en su día le perjudicó al ex presidente del Sevilla José María del Nido. El hecho de ser famoso puede llevar a una aplicación más rigurosa -que no ilegal- del reglamento penitenciario. De hecho, lo hemos visto recientemente con este último, puesto que ha tenido que ser la Audiencia de Huelva la que haya permitido finalmente a Del Nido poder utilizar un ordenador y una impresora dentro de la cárcel, algo que la dirección de la prisión y el juzgado de Vigilancia Penitenciaria le habían negado.

Dice la Audiencia que la decisión de la prisión puede afectar "a los derechos individuales del interno", al tiempo que los magistrados no comparten que el uso de ordenador personal y una impresora durante su estancia en la cárcel como penado "deba someterse a tan estrictas limitaciones".

Isabel Pantoja, José María del Nido y otros tantos personajes populares que cumplen condena saben perfectamente que intramuros de la cárcel su nombre y apellido no supone una ventaja, sino que en ocasiones puede agravar su castigo. Hay que dejar que estas personas, como el resto de internos, salden su deuda con la sociedad, que cumplan su condena con la mayor dignidad posible, por si no fuera ya bastante estar privado de libertad. "Odia el delito y compadece al delincuente", es la frase que acuñó la escritora y humanista gallega Concepción Arenal, la primera mujer que recibió el título de visitadora de cárceles de mujeres.

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