José Manuel Benot

Poeta

Una hermosa liturgia

Son las cabalgatas las que salen en fechas fijas. Las imágenes procesionan cuando se las necesita

Hace algún tiempo, una amiga mía se quejaba de que cierta cofradía no había regresado en silencio a su templo después de que un cofrade de la comitiva hubiera fallecido durante la salida procesional. Otras lo habían hecho. Le expliqué que había hecho lo apropiado, ya que la música de las cofradías es música fúnebre. Fue inútil; no se convenció.

Los símbolos, por su propia naturaleza, simbolizan algo. Esto es una verdad de Perogrullo. Pero, a veces, adquieren tanto relieve, que se nos olvida lo que significan. Y cuando viene la realidad con su enorme zancada, con todo su peso, hay quienes son incapaces de recordar aquello que representaba. Para ellos el símbolo ha perdido todo su significado aunque sea tan claro como que una marcha fúnebre está escrita para cuando muere alguien. Algunos recordarán todavía que en el funeral de Franco sonó la marcha Nuestro Padre Jesús.

De los tres discursos con los que la Iglesia habla a los fieles, el verbal (sermón); el visual (imagen, retablo); y el ritual (la liturgia), el discurso simbólico por excelencia es la liturgia. Las procesiones han reunido dos: el visual, porque las imágenes excitan la piedad y enseñan, y el rito, porque son, en sentido amplio, una liturgia. Y si miramos la etimología de la palabra liturgia lo son en sentido estricto, puesto que significa servicio público. Es más, atendiendo a su raíz, literalmente significaría obra de la gente, lo cual es revelador. Es el pueblo quien ha creado una hermosa liturgia.

La Soledad, en la plaza de San Lorenzo. La Soledad, en la plaza de San Lorenzo.

La Soledad, en la plaza de San Lorenzo. / José Ángel García

Viene todo esto a cuento porque andan los ánimos revueltos por cierto decreto procedente de Roma que sugiere trasladar las procesiones de Semana Santa a septiembre. Un escándalo. Se habla de cabalgatas, de muebles de Ikea, de frivolidad, de que el cardenal Sarah, que firma el decreto, no entiende Sevilla (como si el decreto fuese solo para Sevilla), o que no ha entendido nada. El decreto, sin embargo, es de una delicadeza infinita. No dice que se desplace la Semana Santa, sino "las expresiones de piedad popular y las procesiones que enriquecen los días de Semana Santa"... Y sugiere unos días, dos, concretamente. A mí me parece que el cardenal Sarah es consciente de algo que otros no han querido entender: que la religión es un consuelo.

En tiempos de turbación, en cuestiones de fe, es mejor creer que tener dudas. Pero, a veces, es mejor saber que se duda que creer que se cree, porque lo último nos puede llevar a hacer una excesiva profesión de solemnidad, a despojar de su significado más profundo al rito y a dejarlo solo como una liturgia del orden y la forma, algo vacío de significado que hay que suspender cuando ocurre algo verdaderamente importante.

Los malos católicos, entre los que me incluyo, sentimos a veces más cerca a Dios en esas manifestaciones de piedad popular que quizá en otras ceremonias más ortodoxas. El pueblo ha alumbrado una religiosidad luminosa en la que se encuentra a gusto y es la que más le conmueve porque es obra suya, sancionada por la jerarquía, pero suya. Es cierto que muchas veces esas manifestaciones se alejan de toda piedad. De acuerdo. Pero aún conservan ese vínculo con lo sagrado que los detractores de las salidas en septiembre no se atreverán a negar. Y aunque las cofradías pueden no ser precisamente importantes en este momento, sí pueden servir para ayudar a lo importante, para creer que la alegría y el consuelo son posibles en estos días de incertidumbre y pesar.

Un articulista de este diario dijo una vez que la Hermandad "no es el lugar en el que lo religioso es, sino aquel en el que lo puede ser". Yo creo que sacar a la calle determinadas imágenes no puede ser un hecho religioso, sino que ineludiblemente lo es. Y son las cabalgatas las que solo salen en las fechas señaladas: la de los Reyes Magos, el cinco de enero, la del Carnaval, en Carnaval, y la del orgullo gay, el Día del orgullo gay. Las imágenes, sin embargo, procesionan cuando se las necesita.

Si el libro que tengo en las manos no miente (Historia general de la Semana Santa de Sevilla, Pastor, Robles y Roldán, 2019), con motivo de la fiebre amarilla, salieron en procesión desde el 2 al 30 de septiembre San Sebastián, San Gil, el Señor de la Sentencia, el Gran Poder, Tres Caídas de San Isidoro, la Virgen de Todos los Santos, el Amor, Salud de San Bernardo, el crucificado de las Virtudes, la Virgen del Amparo, el Valle, las imágenes de la Cofradía de la Humildad, las del Prendimiento (con nazarenos), la Paz de Santa Cruz, las del Rosario de San Miguel, San Gil y San Vicente; la Salud de San Isidoro, Santa Catalina, la Exaltación, el Santo Crucifijo de San Agustín, el Cristo de la Buena Muerte de San Andrés, San Fernando, Santas Justa y Rufina, la Virgen del Rosario y el San Cristóbal del Salvador, y el 30 de septiembre, la Virgen de los Reyes. En contra de lo que pudiera parecer, la lista no es exhaustiva. Seis cofradías tan solo habían salido esa Semana Santa. Era el año de 1800 y las cofradías estaban en plena decadencia. Pero en aquel momento la gente sabía por qué sacaba los pasos a la calle. Parece que nosotros estamos a punto de olvidarlo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios