La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El hijo de la Cieguecita

Son las dos únicas imágenes sevillanas que representan la frase de Pacheco: Cristo en todo salió a su madre

Cristo señor nuestro, como no tuvo padre en la tierra, en todo salió a su madre" escribió allá por 1649 aquel primitivo hermano del Silencio llamado Pacheco en su famosa descripción de la evolución y definición de la iconografía de la Inmaculada. Cuando lo leo solo puedo imaginar las dos únicas imágenes sevillanas en las que esto se hace visible: Pasión y la Cieguecita. Las he visitado a diario durante muchos años, yendo y viniendo de mis trabajos, cuando ni la Catedral ni el Salvador habían sido reducidos a templos a tiempo parcial y museos a tiempo casi completo (aunque es de justicia añadir que los hermanos de Pasión han aprovechado el espacio relativamente independiente en el que su titular recibe culto para preservar el recogimiento y la gratuidad propios de un templo).

Emociona ese "en todo salió a su madre" que tan claramente se percibe cuando se contempla a la Cieguecita y a Pasión. No se trata solo del parecido físico, atribuible a haber nacido de las mismas manos, sino de su parecido espiritual. Montañés, de quien equivocadamente tanto se elogia la perfección del detalle, logró esculpir lo irrepresentable: el espíritu, el silencio, el alma. Esta es la marca de su genio. Hoy, festividad de la Inmaculada, abierta la exposición que celebra el 450 aniversario de su nacimiento, es un buen día para decir que Montañés no es el virtuoso dios de la madera del tópico. Es, como Mesa u Ocampo, un teólogo de la madera. Montañés esculpe la teología como si escribiera, para ser leído en recogida soledad y apartamiento; Mesa como si predicara, para ser oído por multitudes en plazas y calles; Ocampo como el místico que es guiado donde no sabe toda ciencia trascendiendo. Es mérito del primero hacer sentir pensando, del segundo hacer pensar sintiendo y del tercero hacer saber no sabiendo.

Que esculpieran sus obras en la misma ciudad y con tan poca diferencia de años dice mucho del genio de quienes tan distintas interpretaciones hicieron del mismo tema; y de la grandeza de aquella Sevilla en la que se concentró tanto talento creativo como muy pocas ciudades del mundo han disfrutado. De ella y en ella -de sus entrañas creativas y cristianas- nacieron las mejores representaciones de la Inmaculada, tan iguales entre sí como Pacheco estableció y tan distintas como las fuertes personalidades de Velázquez, Murillo, Zurbarán o Montañés exigían. Feliz día azul y blanco.

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