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César romero

Escritor

El insulso

El insulso es la esencia de la auténtica, aunque nunca cantada, gracia sevillana

Puede que exista en otras grandes ciudades, o quizá en cualquier pueblo. Pero como uno tiende a hablar sólo de lo que conoce piensa que es un espécimen típicamente sevillano, pues aquí lo viene observando casi desde que tiene uso de razón y, pese a los muchos cambios sociales habidos, lo sigue viendo deambular por las calles de Sevilla.

El insulso es un tipo siempre acicalado. Con tiradora y corbata en invierno, pasadores relucientes en las muñecas, nunca cubiertos, y zapatos de pala baja, que se vean los calcetines oscuros (aunque alguna concesión a Pepe Pinreles, ocasional, jocosa, hace). Con cubana (cubana, por favor, no guayabera, palabra de nuevos rancios) y mocasines de falso ante calzados con esas plantillas elásticas llamadas pinkies, más propias de niñas bailarinas que de adultos encanecidos, en verano. El insulso no va peinado, va repeinado (y si es calvo, más repeinado aún). El insulso estudió Derecho, o Empresariales, no sabemos hasta qué curso, y si no terminó la carrera, o tardó una condena de años, no es por perezoso o mal estudiante sino porque su tío Perengano, más que un padre para él, falleció (cuando lo cuenta siempre falleció, nunca se murió; morir mueren los negros del África o de ese apéndice africano llamado Haití) y se tuvo que poner al frente de la empresa o el despacho familiar. No dice que es su CEO porque teme la guasa, aunque ante sus amistades (en realidad meros saludados) de Madrid y Barcelona así se presenta (de Barcelona ya menos, se ha vuelto muy catalanista, sabes). ¿El despacho o el negocio? Va fenomenal, con ele alargada cual lanza, aunque seguramente ni vaya.

Uno nunca sabe con certeza a qué se dedica el insulso, sólo que siempre anda atareado. Y que jamás se quedará sin llegar a fin de mes. Es un diente en esa rueda que no cesa de girar con perfecto engranaje que es su extensa familia, y la de su mujer, porque el insulso se casó, antes de los treinta, y tiene al menos dos hijos (los insulsos de la siguiente generación). Por supuesto es hermano de n (+1) Hermandades, tiene caseta en la Feria, veranea en una playa que está entre el Puerto (nunca añade de Santa María) e Isla Cristina desde chiquetito y ya ha estado en ese restaurante nuevo tan solicitado donde no consigues mesa, es más, ahora mismo llamo (no lo hará) a Fulanito para que te reserve una. El insulso está en todos lados, parece más paisaje que paisanaje, conoce los secretos de la ciudad a la que nada ha aportado, se mueve en sociedad sin llamar la atención. Crees que con esos hilos no se puede tejer nada hasta que te dice que su hijo se ha (traducción: lo han) colocado donde pensabas que reducían personal o su hija se ha casado con un golferas de tres apellidos arraigadamente hispalenses que vive enredando en faldas ajenas antes, durante y después de hacerlo abuelo. En verdad, el insulso es la esencia de la auténtica, aunque nunca cantada ni cacareada, gracia sevillana.

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