La ciudad y los días

Carlos Colón

Las lágrimas de las cosas

PASO en uno de estos anocheceres ya tempranos por la Puerta de Jerez. Parece una de esas plazas que los arquitectos llaman "duras": inhabitables explanadas, más que espacios urbanos, que se abren ante las estaciones o las grandes superficies. Ni la casa de los Guardiola, ni el Alfonso XIII, ni la capilla de Santa María de Jesús, ni el palacio de Yanduri, ni la fuente de Delgado Brackembury; nada logra atenuar esta sensación de aparcamiento sin coches, de aledaños de gran superficie, que le ha conferido una reorganización y un mobiliario urbano que parecen buscar la armonía, no con los elementos más antiguos o nobles, sino con el horroroso bloque de pisos desarrollista que flanquea, avasalla y hostiga a la capilla de Santa María de Jesús. Se establece allí un diálogo cómplice entre los horrores de los años 60 o 70 y los que se perpetran actualmente -del desarrollismo franquista al desarrollismo socialista- muy parecido al que se establece en la Encarnación entre los pisos de la calle Imagen y las setas del Metropol Parasol. Hay que ser muy torpe, muy zafio, muy cateto, muy patrimonialmente desconsiderado y muy grosero para obtener tanto mal del bien de la peatonalización.

Entorno de San Luis, San Lorenzo, Alameda, Alfalfa, Pescadería, Plaza del Pan, Encarnación, Avenida, Puerta de Jerez: a nadie parece ya preocupar la degradación democrática de lo que se salvó de la destrucción dictatorial. Luis Sánchez Moliní informaba aquí anteayer del impacto que los casos de Colonia, Oviedo y ahora Praga -en los que la Unesco ha intervenido intentando impedir que los rascacielos atenten contra los cascos antiguos de ciudades históricas- pueda tener sobre la torre Pelli, denunciada ante dicho organismo por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, asesor de la Unesco en cuestiones de patrimonio. Loable iniciativa; pero a quien esto escribe le preocupan más las bárbaras actuaciones en el corazón del casco histórico que ésta que, siendo grave, afecta a su entorno. Lo de Pelli es, si se quiere, un daño producido en un miembro. Lo del centro es un disparo en el corazón de la ciudad que nos condena a vagar entre los recuerdos de lo que fue, el dolor de lo que pudo ser y el horror de lo que es.

Pasear por Sevilla es oír el llanto de las cosas que Eneas oyó cuando, paseando por Cartago, se topó con una representación de la destrucción de su amada Troya. Virgilio expresó lo que entonces sintió el troyano con una de las más bellas frases que jamás se hayan escrito: "Sunt lacrimae rerum" ("Son lágrimas de las cosas"). Aquí conocemos bien el sabor de esas lágrimas.

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