tomás garcía rodríguez

Doctor en Biología

Las lavandas de Hispalis

EL género comprende unas cuarenta especies, de las cuales el espliego es la más común

Desde tiempos remotos, las atractivas lavandas crecen naturalizadas en la cuenca mediterránea occidental, norte de África y sur de Asia, cultivándose junto a otras formas híbridas en numerosas regiones del planeta. El género comprende unas cuarenta especies, de las cuales el espliego -Lavandula angustifolia- es la más común en parques, jardines y glorietas de Sevilla, embelleciendo estos lugares en primavera y verano con espléndidas inflorescencias en espiga azul violáceas que estallan con envolventes perfumes; son utilizadas como ornamentales y para la fabricación de esencias y aguas de lavanda de uso cosmético y medicinal. Una tradición ancestral consiste en la elaboración de bolsitas con flores y hojas para aromatizar y preservar la ropa contenida en armarios o baúles, así como el hecho de depositarlas bajo la almohada para la conciliación del sueño por sus propiedades calmantes.

"Pusimos lavanda en los marcos de las ventanas,/ no quedaban arañas para combatir a los alacranes,/ solo el aroma del espliego,/ con sus espigas de flores./ Un pulso azulado para frenar aquel asedio/.../ Por eso recogimos las espigas de lavanda/ y sembramos con sus flores las rendijas de la casa"(Ana Merino).

A partir del siglo II d. C, Hispalis poseía una considerable cantidad de termas para tomar baños y cultivar las relaciones sociales; eran lugares de aseo y masajes, de ocio, encuentro, lectura... Diversos trabajos arqueológicos han localizado dos caldas en la urbe: una situada en la Cuesta del Rosario, que se alimentaba de las aguas contenidas en un aljibe en la plaza alta de la Pescadería; otra en la confluencia de Alemanes y Álvarez Quintero, de aparición más reciente. Los clientes eran ciudadanos pertenecientes a distintas capas sociales, aunque los patricios solían construir termas propias en sus mansiones o fincas de recreo. Se empleaban extractos de lavanda y otras plantas aromáticas para perfumar el ambiente, así como ungüentos para fricciones terapéuticas tras el baño que desinfectan y cicatrizan heridas o quemaduras, mitigando el dolor de las contusiones y aportando relajación de cuerpo y alma. La mágica lavanda era asociada al dios romano Mercurio, protector del equilibrio emocional, el lenguaje, los viajes y el comercio; también estaba consagrada a Áine, primitiva diosa celta del aire, el amor, la fertilidad y reina de las hadas en la mitología irlandesa.

En la dulce Provenza francesa y en el corazón ardiente de la Alcarria manchega se puede disfrutar de la contemplación de maravillosos campos de lavanda -sobrevolados por un cortejo de susurrantes abejas- con refulgentes tapices florales semejantes a olas batidas por el viento en un mar sin horizonte.

"A trechos me paraba para enjugar mi frente/ y dar algún respiro al pecho jadeante;/.../ trepaba por los cerros que habitan las rapaces/ aves de altura, hollando las hierbas montaraces/ de fuerte olor -romero, tomillo, salvia, espliego-./ Sobre los agrios campos caía un sol de fuego" (Antonio Machado).

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