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LOS atentados del maratón de Boston, que hace hoy una semana costaron la vida de tres personas y causaron 170 heridos, han revivido en Estados Unidos los peores recuerdos del 11-S. El ataque a las Torres Gemelas de Nueva York fue un shock para un país que no había sufrido en su territorio un ataque de esas características ni durante la Segunda Guerra Mundial ni durante la de Vietnam. La psicosis terrorista es un mal que será difícil de eliminar en mucho tiempo desde aquella fecha que ha quedado grabada en la memoria de la primera potencia del mundo. Por eso, cuando el pasado lunes se registraron las explosiones en la citada prueba deportiva, muchos ciudadanos norteamericanos y de todo el mundo volvieron a sufrir esa angustia.

Sin embargo, la reacción tanto de las autoridades de los Estados Unidos como de la población del área afectada por las explosiones ha sido serena y muy coordinada, lo que ha ayudado, sin duda, a la rápida caída de los sospechosos de la ejecución de la acción terrorista. Hemos asistido a una prueba dura y difícil en la que la sociedad estadounidense ha dado ejemplo de cómo afrontar un riesgo desde la unidad. Desde el presidente Obama hasta los responsables de los partidos demócrata y republicano, ha existido un mensaje común de lucha contra el terror, alejado de cuestiones políticas o de la búsqueda fácil del rédito electoral. Son algunas de las lecciones de estos atentados de Boston, que suponen todo un ejemplo de la respuesta que un país democrático debe tener ante el chantaje del terror. Cabe esperar, en consonancia con esta reacción sensata, que los atentados de Boston no degeneren en una política restrictiva de los derechos fundamentales por parte de las autoridades de los Estados Unidos, como sucedió después del 11-S. Ha quedado demostrado que la lucha contra el terrorismo no precisa de armas que estén fuera de las leyes para resultar eficaces, si bien es cierto que también está claro que no conviene bajar nunca la guardia ante un fenómeno que sigue estando ahí y del que países como Estados Unidos nunca serán ajenos, mucho más si hablamos de un mundo cada vez más globalizado. Por todo ello, hay que alabar en esta ocasión la labor de las autoridades y el comportamiento de la población de Boston no sólo por lo que ha significado para la eliminación de la amenaza terrorista llevada a cabo por dos hermanos de origen checheno sino porque indica el camino a seguir ante un riesgo que sigue estando presente doce años después. Serenidad, unidad y eficacia ante el chantaje de la violencia. Unas lecciones que no conviene olvidar en países muy castigados por el terrorismo como España.

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