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Juan Antonio Solís / Jasolis@grupojoly.com /

Qué mal nos sienta el bañador

Sea en un Mundial de natación o atletismo o sea en unos Juegos, aflora el talón de Aquiles del deporte español

EL deporte español, ese asidero al que se agarra el ciudadano medio para recobrar cierto ánimo y evadirse del asfixiante día a día, sigue destapando su talón de Aquiles en dos deportes capitales, el atletismo y la natación. Ese punto flaco aflora cada vez que el calendario anuncia un Campeonato del Mundo o unos Juegos Olímpicos. Cuando acaba alguna de esas citas de postín queda una sensación de vacío en ese buen aficionado español al deporte. Y no me refiero a ese aficionado ocasional y oportunista que asoma cuando relincha un caballo ganador, me refiero al que ama al deporte porque sí, que hoy lee con decepción el balance de Shanghai.

Viene de lejos. En los Juegos de Pekín 2008 no hubo una sola medalla española en la imponente piscina del Cubo de Agua. Salvaron el honor patrio las sirenas de Anna Tarrés con dos preseas de plata.

En el Mundial de Roma 2009, la natación sincronizada, con un oro y seis platas, volvió a sostener a nuestra delegación, que acabó con 11 medallas: cayeron una plata en waterpolo masculino y tres bronces en natación, dos del gran ausente en China, el cordobés Rafael Muñoz, en la mariposa.

Pero Shanghai nos ha vuelto a quitar el bañador, nos ha desnudado. Aschwin Wildeboer y Mireia Belmonte estuvieron a punto de subirse al podio ayer, pero al final cuenta lo que cuenta: una plata y cinco bronces en la natación sincronizada. Nada más.

La cuenta atrás para Londres ya está en marcha para uno de los deportes troncales de los Juegos. De momento, sabemos que nuestro equipo masculino de waterpolo no tiene plaza. España cuenta con nadadores jóvenes que dentro de un año serán mejores que hoy, y que aspiran con claridad a colarse en las finales olímpicas. También es de suponer que estará Rafa Muñoz y que el jurado no será tan dadivoso con las chinas de la sincronizada como lo han sido en este Mundial, pero hoy reina una sensación de vacío, la misma que puede aparecer cuando acabe el Mundial de atletismo de Daegu. Ojalá no sea así.

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