LO típico cuando un reportero se asoma por Andalucía es buscar con la alcachofa la mirada de empatía añadida a ese acento que sólo por su sonsonete hace sonreír a los de fuera mientras intenta arrancar un toque de humor, un toque cateto o esa confidencia que le permita justificar el trabajo y, sobre todo, calme las expectativas de los jefes. Cualquier lince sabe que un asunto destapado desde Andalucía, cantera del famoseo más facilón, genera más minutos que otros temas similares en cualquier otro punto de España o del Universo porque a su vez la noticia, o la simple anécdota, genera más comida y más reacciones. En la puerta de un juzgado o en un hashtag basto. La interactividad va con nuestro temperamento efusivo. Cordialidad que a veces se excede en la caricatura. Cuando aparece por cualquier calle una cámara, y a pesar de lo peregrino que sea el motivo de la presencia, cientos de paisanos nuestros tienen la íntima sospecha de que se hallan ante su minuto de gloria para toparse con la popularidad.

Un tal Wolfgang Maier, uno que va de reportero de televisión alemana pero que en realidad trabaja para el programa Así nos va, lo nuevo de Flo en La Sexta, estuvo en el lluvioso Lunes Santo sevillano y extrajo sinceras confesiones de cofrades y espectadores mientras él le añadía alguna que otra desafortunada expresión. Toda la contención que tenemos de sobra en los presupuestos la deberíamos invertir los andaluces cuando tenemos el objetivo por delante. En general nos falta prudencia ante el micrófono y si se trata de hallar pringue callejera al final se salen con la suya. Así nos va se disculpó aunque Manu Sánchez en La semana más larga llegó a la ofensa personal hacia Anna Simón (¿por qué no, mejor, contra los directivos de La Sexta?), algo impropio de Canal Sur. Esa defensa nacional hacia unas bromas malajes de la Semana Santa nos confirma que también en esto andamos lejos de catalanes y vascos. Habrá que esperar una generación para ver algo parecido aquí al Vaya semanita.