Tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

Más malestar general que huelga

SIN entrar aquí a valorar las cifras de participación en el paro del miércoles, sí se percibe un ambiente de malestar más general que la amplitud de la huelga. Por eso cuesta aceptar que la protesta social vaya dirigida únicamente contra el Gobierno. Rodríguez Zapatero es víctima de un desbordamiento que no ha sabido gobernar. Víctima del error de tender la mano, después de entonar el no nos moverán, a los autores intelectuales de la crisis, los mismos que ya se habían apropiado de la política y ahora, desde un discreto segundo plano, dictan las recetas que impiden hacer los cambios que el sistema precisa.

El malestar general puede entenderse como una apelación al rescate de la política, que descubre intereses, diferencia opciones, plantea propuestas y llama a la participación ciudadana. Un toque de atención, que va a cobrar fuerza en los próximos meses, sobre la necesidad de recuperar la primacía de la sociedad sobre los mercados financieros, y también de restablecer el ejercicio de la soberanía popular. No es fácil devolver el juicio crítico y la autonomía a una sociedad entumecida por dos lustros de esterilización retórica, de partidos instalados en la teletienda y de imperio de la mercadotecnia frente a la construcción ideológica. Aunque, cuando ya aprieta el último ojal del cinturón, los placebos y las adormideras dejan de ser sucedáneos eficaces del juego político.

El miércoles, en las ráfagas de algunos medios y en los foros de internet, se escucharon voces críticas, no intervenidas por la instrumentalización de los partidos, llenas de sentido común. Huelga general al Gobierno, sí, pero mucho más. Constatación de un malestar que no se sujeta a la física de los vasos comunicantes, porque el aparente no a Zapatero no se traduce en un sí a Rajoy. Huelga y malestar general también contra una oposición incapaz de ofrecer propuestas y señales de esperanza a quienes aún confían en las virtudes de la alternancia.

Las reivindicaciones del 29-S no van a conducir a ningún cambio en la contrarreforma del Ejecutivo, porque éste perdió hace mucho su margen de maniobra, pero sí marcar un punto de inflexión en la degradación ambiental que conduce a la tentación populista. Del necesario diálogo entre Gobierno y sindicatos debería nacer el rescate de la política, ya que ha sido del brazo de otras compañías donde la socialdemocracia ha perdido su identidad fundacional, y fijar un compromiso de recuperación de las políticas sociales vinculado a la salida de la crisis. De momento, la realidad verifica la hipótesis de que la izquierda moderada ejecuta mejor aquellas medidas restrictivas que jamás hubiera permitido que aplicase la derecha...

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