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Ernesto Mesa, C.D. Handbike Isla

Un maratón excluyente

El autor reflexiona sobre el rechazo del Instituto Municipal de Deportes a que las bicicletas de mano participen en sus competiciones.

El pasado domingo 31 de enero se celebró el Medio Maratón de Sevilla Isla de la Cartuja con un éxito indiscutible de participación. Fueron 6.000 los participantes, pero no hubo ni una sola persona con discapacidad. Éste no es un hecho anecdótico, sino que refleja la involución que viene registrándose desde hace algunos años en las manifestaciones deportivas que, de forma directa o indirecta, se financian con recursos públicos del Ayuntamiento de Sevilla a través del Instituto Municipal de Deportes (IMD).

El próximo 21 de febrero se celebrará el Maratón de Sevilla y su reglamento prohíbe expresamente que participen corredores con discapacidad física que se desplacen en bicicletas de mano (handbikes), única alternativa que tienen para realizar ejercicio físico. No es nueva esta clara expresión de discriminación, ya que desde hace siete años este colectivo de deportistas viene reclamando al Ayuntamiento de Sevilla una política deportiva que contemple al colectivo de personas con discapacidad como de especial atención para su integración a través del deporte, como establece el propio Plan Director del IMD, la Ley Andaluza del Deporte y la Carta Europea del Deporte para Todos. Son preceptos legales que obligan a su cumplimiento por las administraciones públicas, como la Ley 51/2003, de igualdad de oportunidades, no discriminación y accesibilidad universal de las personas con discapacidad, que contempla en su artículo 5 que "con el fin de garantizar el derecho a la igualdad de oportunidades a las personas con discapacidad, los poderes públicos establecerán medidas contra la discriminación y medidas de acción positiva". Además, los corredores en handbike participan sin ningún problema en las carreras populares de muchos municipios de la provincia. Pero si pudiera argumentarse que las carreras de la ciudad hispalense tienen una mayor complejidad organizativa, las handbikes también participan en los maratones de grandes ciudades como Madrid, Nueva York, Boston o Berlín, por citar sólo algunos ejemplos.

En la provincia de Sevilla hay, según el Instituto Nacional de Estadística, alrededor de 170.000 personas con discapacidad, y el 70% presentan problemas de movilidad reducida. No es una cifra menor, más del 8,5% de la población. Y, sin embargo, apenas son visibles, no por casualidad. Según la misma fuente, el 77% de la población con discapacidad en Andalucía tiene una formación que no supera los estudios primarios y tan sólo trabaja el 21,9% de la población activa. Así pues, en los mecanismos básicos de socialización, como son la educación y el trabajo, nuestra sociedad sigue fracasando en la integración de las personas con discapacidad.

Un colectivo de personas que no es homogéneo, pero que se podría clasificar, en principio, en dos grandes bloques: quienes son relativamente autónomos y quienes presentan un elevado grado de dependencia de terceras personas para las actividades de la vida diaria. Los hombres y mujeres que intentan vivir de forma digna con el máximo de autonomía salen de sus casas y, en ocasiones, tienen que volver porque un vehículo está ocupando parte de la acera, el paso de peatones o el aparcamiento para personas con movilidad reducida. Quieren e intentan participar de la vida social de su ciudad y van al cine, literalmente en singular porque tan sólo hay uno accesible en toda el área metropolitana. Y van al teatro, aunque tienen que pagar la entrada más cara, porque sólo la zona del patio de butacas está habilitada para sillas de ruedas. Eso sí, no pagan nada por visitar nuestra más reciente y emblemática obra, las setas de Sevilla, aunque no pueden acceder a sus hermosas vistas desde el mirador, porque a alguien se le olvidó que existían las personas en sillas de ruedas. Quizás tuvieron ese error porque las personas con discapacidad no son visibles o no se quieren ver.

Hay personas que molestan y quizás las personas con discapacidad todavía hoy seguimos siendo un estorbo en las grandes manifestaciones de la cultura sevillana. Si no lo creen, prueben a pasear con la silla de ruedas por la Feria, en Semana Santa o por el centro de la capital en las fiestas navideñas. Al igual que en otras actitudes antisociales, lamentablemente más frecuentes en estas latitudes, existe un cierto atavismo en la población que rehúye la visión de personas que encarnan la fealdad, por su falta de simetría, cuando no reflejan la enfermedad o las consecuencias de un estilo de vida donde los accidentes de tráfico condenan a los más jóvenes a vivir en silla de ruedas. Pero existen, y son muchos, y ya no quieren quedarse encerrados en sus casas, como hasta hace poco.

La negativa del IMD a que las handbikes participen en sus manifestaciones deportivas, primero con IU, luego con el PP y ahora con el PSOE, muestra la ausencia continuada de una política de atención a la discapacidad que impregne al conjunto de las actuaciones del Ayuntamiento de Sevilla. Y en su defecto, sólo queda dar palmaditas en la espalda, acompañadas de la expresión "pobrecito o pobrecita" y alimentar los instintos de la parte más rancia, primitiva e insolidaria de la sevillanía. Hace casi cuatro años ya que se solicitó, con su registro de entrada, los motivos por los cuales no podían participar las handbikes y todavía se sigue esperando contestación. Y sin conocer los motivos es imposible buscar soluciones o alternativas. Hace dos años participamos en el Maratón de Madrid (desde Sevilla aportamos el 30% de los participantes en handbike) y vimos claramente cuál es el motivo principal: la falta de voluntad. Mientras tanto, el número de corredores con discapacidad sigue disminuyendo hasta lo meramente simbólico en el circuito de carreras del IMD.

Si la práctica de actividad física aporta grandes beneficios al conjunto de la población, es fácil imaginar que para las personas con discapacidad es vital, porque mantener fuerte el tronco superior nos permite alargar nuestra capacidad para vivir de forma autónoma. En el momento en que sales del hospital te quedas sin asistencia rehabilitadora y se precisa buscar una forma de hacer ejercicio, pero las alternativas son escasas. Los gimnasios de las instalaciones deportivas del IMD no están preparados para que las personas en silla de ruedas puedan muscularse, cuando no incumplen la normativa que regula estas instalaciones.

Vivir de forma digna no es fácil para nadie, pero hay hombres y mujeres cerca de nosotros a los que les resulta especialmente penoso. Y vivir con el máximo de autonomía es compatible con solicitar ayuda al prójimo cuando los obstáculos son imposibles de superar. Ahora necesitamos esa ayuda. ¿Hay alguien por ahí que nos ayude a ser más visibles?

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